La premisa de la que parto en esta reflexión es la de la creencia de que
en la actualidad ya estamos insertas en un proceso constituyente. Si
tomamos como referencia la definición de Zavaleta “una articulación
histórica entre fuerza y novedad, una forma de moldear un eje estatal,
la relación entre estado y sociedad civil. Es como un momento en el que
se articula el programa de una civilización o de una época, en la medida
de que se trata de una articulación de base y superestructura, del tipo
de vida interna y cultura, es decir, de valores y de sentidos con los
cuales se ve y experimenta las formas productivas y relaciones
sociales.” Entendemos como proceso constituyente la reconstrucción de
las normas de convivencia de una sociedad en un momento histórico
concreto. La generación, por tanto, de unas nuevas relaciones de
producción – la reforma del 135, las dos contrareformas laborales, etc-,
de unos nuevos dispositivos políticos de inclusión/exclusión. La
redefinición, en este sentido, de la idea misma de democracia. En base
a, de un lado la enunciación del nuevo sujeto universal a partir del
cual se reconstruirá el nuevo sentido común, y de otro a toda la
arquitectura económica, político y social que acompañan a ese sujeto.
El
proceso constituyente no es una reforma constitucional, unas
elecciones, una impugnación social del régimen, no es patrimonio de la
izquierda, ni la derecha… el proceso constituyente es la pugna política
de las diferentes fuerzas sociales existentes en una sociedad en un
momento determinado que se enfrentan por la definición del marco
político que ordenará nuestras vidas desde el punto de vista de
horizonte de época. Esto es, no se disputa un programa de gobierno de
una duración determinada, ni se opta por una fuerza política u otra: se
rearticulan absolutamente todos los pactos de convivencia y de
redistribución de la riqueza. Se disputa, como decía, la misma
definición de democracia.
Es un proceso profundamente dialéctico
en el que del choque entre las fuerzas políticas y sociales que
disputan el campo político se irá determinando el resultado final, el
nuevo pacto social. La complejidad del mismo hace que sea imposible
adelantar cuál será el resultado, pues su mayor virtud es que se abren
ante nosotras todas las posibilidades. Es como si estuviéramos dentro de
una nube, hasta que no salgamos de ella no sabemos si habrá una gran
tormenta o un sol radiante, pero ambas posibilidades están ahí en
igualdad de condiciones. En momentos de ruptura como estos la tarea será
ser capaces de definir las nuevas mayorías sociales de la época que
está por venir, en palabras de Pasolini, se trata de ver si se impondrá la plaza o el palacio.
La
importancia de este momento político es clave y desde este punto de
vista es que debemos analizar los retos que tenemos por delante. El
momento de la ruptura es éste y el resultado del mismo no se saldará con
más o menos derechos, con mejores o peores condiciones materiales, el
resultado será una nueva forma de entender el mundo, una recomposición
del bloque dominante, un nuevo sentido común: un nuevo país.
La
acumulación de crisis sufridas en el estado, es lo que provoca el
escenario de ruptura, pero cada época, cada contexto, se dota de
significantes concretos que serán los que permitan rearticular un nuevo
discurso de pelea por la hegemonía. Sin duda en nuestro país lo que está
en pugna es el significante democracia. La tarea es la definición del
contenido de lo común, no es por tanto un proceso inmediato ni mucho
menos evidente. Tengamos claro que la incorporación o la ausencia de
contenidos en el común será determinante en la nueva etapa que comienza,
son cambios por tanto perdurables en el tiempo.
En este contexto
es indispensable que el feminismo forme parte de manera central de
todos estos movimiento dialécticos, no podemos abandonar la disputa sólo
a los conceptos que generen hegemonía clara, debemos de ser capaces de
disputar los contenidos de los derechos, por lo tanto desvelar las
relaciones de poder que han ordenado este sistema hoy en crisis. No
existe una democracia neutra, nuestra democracia está atravesada por
diversas relaciones de poder, entre ellas el género, si de lo que se
trata de construir el buen vivir para todas y todos no pasemos por alto
este debate.
La democracia capitalista se construye desde la División Sexual del Trabajo – a partir de ahora DST- No se trata de un además,
está en la propia naturaleza del capitalismo, en la centralidad y el
sostenimiento del modelo económico. Gracias a Federici y su Calibán y la Bruja
hemos aprendido que el proceso de acumulación originaria va acompañado
por fuertes procesos de violencia sobre grandes sectores sociales, y que
ese proceso de acumulación originaria no fue sólo el expolio de los
pueblos de América Latina, sino que también y sobre todo, fue la
apropiación de un proceso de acumulación al infinito: la propia
producción de fuerza trabajadora. La dominación del conjunto de la
sociedad a través del control y el expolio del cuerpo de las mujeres
fue, tal y como nos demuestra en el ensayo citado, indispensable para la
construcción del capitalismo. El asesinato sistemático de cientos de
miles de mujeres mediante la caza de brujas se convierte en un pilar
fundamental del nuevo orden. El contrato sexual que atraviesa nuestras
democracias garantiza la supervivencia del sistema. En un estudio
realizado en nuestro país en el año 2010 a través de los datos extraídos
de la encuesta de usos del tiempo muestra parte del peso específico de
la DST en nuestra economía. Por ejemplo, sólo en España si trasladásemos
a puestos de trabajo a jornada completa el trabajo que se hace de
limpieza de hogares serían necesarios 10.000.000 de puestos de trabajo.
No es un además, es la naturaleza misma del sistema.
La
política sexual es indispensable en este momento histórico, es urgente
que entendamos esto pues el feminismo es la única teoría social que
puede contraponer estas relaciones de dominación, debe ser por tanto
prioritario en la nueva construcción de país. Una democracia que
continúe discriminando y ejerciendo violencia sobre más de la mitad de
su población es un sistema enfermo y cualquier alternativa que surja
debe poner en el centro el bien – estar del conjunto de la población.
Las mujeres debemos ser parte de esa plaza que ha de imponerse,
de ese nuevo sujeto que se conforme, insisto en la idea de que no se
trata sólo de tener o no derechos y que luego eso pueda revertirse, se
trata de ver quién será el sujeto a partir del cual definiremos las
nuevas relaciones de producción y de dominación.
El destino
manifiesto como madres y esposas son categorías económicas que no sólo
nos sitúan de manera específica en el mercado laboral.- que por
supuesto- a través del cual accedemos a unos u otros derechos, sino que
estas categorías económicas son al mismo tiempo categorías políticas que
materializan los contenidos de la democracia sobre nuestros cuerpos.
Hay
dos fenómenos que deben explicarse desde esta perspectiva, desde la
certeza de que la política sexual es un mecanismo indispensable en la
aplicación de los planes de ajuste, esto es en el desarrollo del
programa neoliberal. De un lado la violencia machista y de otro la lucha
por el derecho a la interrupción del embarazo.
El aumento de la
violencia machista es sin duda el ejemplo más encarnado y más dramático
de la política sexual. No es únicamente el aumento de los feminicidios
de manera exponencial, se trata de la pelea por el sentido común mismo -
de valores y de sentidos con los cuales se ve y experimenta las formas productivas y relaciones sociales
- de la violencia machista. El enfrentamiento a un entramado que, desde
todos los ámbitos, justifica la existencia de esta violencia. La puesta
en cuestión de manera sistemática a todas las mujeres a través de la
mentira, convertida en mantra, de las denuncias falsas - Los datos
demuestran que es el delito que menos denuncias falsas reporta. Mucho se
ha escrito sobre esto en las últimas semanas a colación de los
asesinatos y agresiones sexuales que han ocurrido este verano en nuestro
país- , la reproducción constante de patrones de relación profundamente
machistas con programas como “Mujeres, hombres y viceversa”, “Me cambio
de familia”, “Ex ¿qué harías por tus hijos”, “Mujeres ricas”, etc…
Convierte la parrilla televisiva en una de las más reaccionarias,
fomentando modelos de relación violentos y basados en la posesión y
dominación. Hace unos meses un estudio de la Universidad de Granada
sobre los dibujos animados en nuestro país revelaba con preocupación que
eran profundamente sexistas y que transmitían unos roles peligrosos en
los que los personajes femeninos eran vistos, en la mayoría de los
casos, como seres dependientes, inseguros y con tendencia a perder los
nervios.
Hace unos días escribía junto a Miguel Lorente un
artículo sobre la cultura machista de la impunidad señalando que las
agresiones físicas son una manifestación de todo esto que está debajo,
que lo permite y lo potencia, del “Cásate y sé sumisa” a las
declaraciones de distintos responsables políticos. Mientras en la gran
pantalla se revivifica la esposa obediente y entregada, ningún
responsable político del gobierno ha salido a dar explicaciones por el
aumento de asesinatos de mujeres.
En todas las crisis de
magnitud estructural, nos recuerda Silvia Federici, hay un nuevo proceso
de acumulación originaria, y la política sexual es la herramienta que
permite la aplicación de distintos grados de violencia sobre todas las
mujeres, pretendiendo perpetuar el contrato sexual, que es, como
decíamos antes, un contrato también económico.
El ataque sobre
nuestras vidas tiene su otro eje en el ataque contra la capacidad de las
mujeres para decidir sobre su maternidad, esto es para decidir sobre la
producción de nuevas y nuevos trabajadores. Al igual que pasara en
África donde la aplicación de los PAEs fue acompañada de fuertes
políticas de control de la natalidad, como también pasaría en América
Latina, ahora la batalla es europea. Los países que tienen amenazado el
derecho a la interrupción de los embarazos son los países del ajuste
duro:
Grecia, vía privatización de la prestación del servicio,
Italia mediante el repunte peligroso de la objeción de conciencia por
parte de los profesionales que deben practicarla, Irlanda que tiene una
de las leyes más restrictivas, España donde nos encontramos inmersas en
una pelea directa por la paralización del proyecto de ley. Caso aparte
merece Portugal, donde aun siendo uno de los llamados PIGS hasta ahora
no está sufriendo este tipo de ataques.
Que en pleno siglo XXI
las mujeres debamos seguir reivindicando nuestro derecho a decidir sobre
nuestras propias vidas es un elemento más que suficiente como para
entender la profundidad y las grandes implicaciones de esta disputa.
Este debate condensa en sí mismo la posibilidad de un nuevo país, pues
si, como decíamos antes lo que está en juego es la definición del sujeto
de derechos de la nueva democracia, ¿cómo no va a ser central que más
de la mitad de la población seamos considerados sujetos de pleno
derecho?
Mantener el aborto dentro del
código penal es toda una declaración de intenciones porque supone, en
primer lugar dar por sentado que los cuerpos de las mujeres deben ser
regulados por encima de su propio juicio, pues de partida las mujeres
somos sospechosas de ser seres egoístas, carentes de razón que, en
cualquier momento podemos tomar decisiones equivocadas, por lo que el
estado debe controlar y limitar nuestra autonomía. En segundo lugar el
capitalismo necesita controlar la producción de clase trabajadora, pues a
través de ello no es dueño únicamente del cuerpo de las mujeres sino
que domina a la totalidad de la población en su conjunto. Lo que permite
la perpetuación de la familia nuclear como institución indispensable
para el funcionamiento del modelo económico. En un momento de
descomposición económica como la actual no hace falta escribir muchas
líneas para explicar el papel fundamental de la familia, sostén
principal y freno al aumento del malestar social. Reflexionemos sobre el
aumento de hijas e hijos, la subida del precio de la vivienda, la
generalización de la precariedad como “norma” en las relaciones
laborales, la privatización de la sanidad, de la educación, la
eliminación de la dependencia… reflexionemos sobre las condiciones
materiales de las mayorías sociales, ¿qué tipo de sociedad es la que nos
estamos imaginando?
Una última cuestión que cabe señalar aquí es
que una de las crisis que tiene lugar en nuestro país es la crisis del
modelo de cuidados, demostrando el agotamiento del sistema de producción
mediante manifestaciones tan claras como la brecha salarial, lo que se
conoce como “doble jornada”, la ausencia de mujeres en puestos de
decisión, etc… Es decir el modelo económico basado en la explotación de
las mujeres para la generación de bien- estar había entrado en crisis, y
tenía como consecuencia directa un fuerte proceso de acumulación de
fuerzas en torno a los movimientos feministas que se encontraban
disputando – en muchos casos con éxito- el relato sobre el modelo
económico. Así como el avance de muchas mujeres en puestos de decisión
en todos los ámbitos lo que también favorecía a la ruptura con distintas
estructuras de poder.
Empezaba estas líneas planteando que del
enfrentamiento entre las distintas fuerzas políticas y sociales hoy en
pugna se articulará un nuevo marco económico y político de relaciones de
poder, nuevos dispositivos de exclusión/inclusión… en definitiva se
trata de definir qué es lo común, quién será el sujeto de derechos y
cómo vamos a relacionarnos en este nuevo país por venir. Desde este
punto de vista planteaba que no se trata de acceder o no a unos derechos
concretos sino de definir el horizonte de época que regirá nuestras
vidas los siguientes años. La política sexual debe estar en esa agenda
porque ya está en la agenda y no caben titubeos. La equidistancia
siempre fue buena amiga del que oprime, es el momento de que nos hagamos
la pregunta sobre si vamos a apostar por una democracia de todas y
todos o el patriarcado no está dentro de nuestros enemigos a abatir. El
planteamiento no es si el derecho a la interrupción voluntaria de los
embarazos o la violencia machista construyen país: ya lo están
construyendo, qué respuesta vamos a dar ante eso y con cuánta intensidad
es lo que debemos responder.
Sara Porras Sánchez. Licenciada en Ciencias Políticas.
Fuente: rebelion.org
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