sábado, 4 de enero de 2014

Joan Coscubiela: Los datos de empleo que Rajoy esconde

El Gobierno acaba de ofrecer los datos de paro registrado (SEPE) de diciembre del 2013 y su optimista interpretación de los mismos. Hace tiempo descubrí que intentar la luz con los datos de empleo el día de su publicación es prácticamente imposible. A la necesidad del Gobierno de turno de “vender su política vistiendo sus datos” se le suma la necesidad de los medios por publicar, y rápido.
Al cabo de unos días aparecen rigurosos análisis técnicos y periodísticos sobre las estadísticas presentadas, pero para entonces la imagen que el Gobierno quería generar ya está instalada en el imaginario de la gente. Y por eso cambian los gobiernos, pero no las estrategias comunicativas, porque les resulta útil. Pero que sea difícil intentar la luz no significa que debamos callar. Vamos a intentarlo de nuevo.
Primero: los datos del SEPE (antiguo Inem) sirven para analizar el número de parados registrados, con todos los matices y restricciones que supone la definición de “parado registrado”. En cambio, no sirven para analizar la evolución del empleo porque, como sucede en estos momentos, menos desempleo no significa necesariamente más personas ocupadas. Los datos del SEPE también sirven para conocer la evolución de los contratos laborales registrados en un mes, que no es lo mismo que la modalidad de contratos que tienen las personas afiliadas en la Seguridad Social. En lo primero cuentan papeles, y en lo segundo, personas –con el matiz de los pluriempleados–. Y el SEPE sirve también para medir la evolución del nivel de cobertura de las prestaciones de desempleo; es decir, cuántas de las personas paradas reciben alguna prestación, y de qué tipo y cuantía media.
Segundo: para analizar la evolución del empleo resulta mucho más útil la EPA, que tiene una naturaleza muestral, con todo su margen de error y de interpretación. Y también resulta útil el registro de afiliación de la Tesorería de la Seguridad Social, siempre que se analice en detalle, sobre todo por regímenes y por modalidades de contrato, sin olvidar los datos de Contabilidad Nacional sobre empleo a tiempo completo que publica el INE.
Tercero: el 3 de enero del 2014 disponemos de los datos del SEPE de diciembre de 2013, de la EPA del tercer trimestre de 2013 –la de final de año no se publica hasta el 30 de enero– y los datos de afiliados de la Seguridad Social hasta diciembre de 2013. Y lo que dice la combinación de estas tres estadísticas diversas en su metodología y los datos que analiza, no es como para tirar cohetes.
Cuarto: de todos los datos disponibles, el menos malo es que durante el 2013 se ha reducido el ritmo de destrucción de empleo, lo que no significa que se esté creando empleo. Y además con muchos matices en esta afirmación, porque lo más significativo de lo que está sucediendo es la transformación de empleo indefinido en temporal y de empleo a tiempo completo en a tiempo parcial. Eso significa que la economía no crea empleo neto, pero que la reforma laboral de PP y CiU ha propiciado una distribución no solidaria y precarizadora del empleo existente. Intentaremos demostrarlo.
Quinto: la EPA del tercer trimestre del 2013, la última disponible, confirma que la reducción del desempleo obedece más a una caída de la población activa –personas en edad y disposición de trabajar– que a un crecimiento del empleo. El diferencial entre octubre del 2013 y el 2012 es de menos 370.400 personas activas. Y la evolución de los ocupados entre octubre de 2013 y 2012 fue de 497.100 menos. Es verdad que los datos son menos malos que otros años; pero nada buenos, porque la caída de la población obedece en parte a un efecto desánimo en la búsqueda de empleo.
Sexto: los datos de la Seguridad Social del 2013 aportados el viernes por el Gobierno confirman dos cosas: que a finales del 2013 hay 85.041 afiliados menos que hace un año, y que esta reducción de afiliados es mucho menor que la producida en los otros ejercicios de la crisis (menos 841.465 afiliados en el 2008 respecto al 2007 y menos 218.857 en el 2010 respecto al 2009).
Séptimo: esta reducción en el ritmo de caída de los afiliados a la Seguridad Social, siendo cierta, debe ser matizada, porque en términos de empleo equivalente a tiempo completo la supuesta mejoría es mucho menor de lo que parece. Y ello obedece a que durante el 2013 ha mejorado el volumen de personas inscritas en la Seguridad Social, pero ha empeorado significativamente la calidad de sus contratos. Se ha sustituido empleo a tiempo indefinido por temporal, y sobre todo a tiempo completo con empleo a tiempo parcial.
Octavo: los datos de Contabilidad Nacional del tercer trimestre del 2013 (INE) dan 13.579.800 empleos equivalentes a tiempo completo, exactamente 515.300 menos que hace un año. Y eso mismo es lo que detectan los datos desglosados de afiliados a la Seguridad Social del 2013. A pesar de que no me ha parecido verlos en la nota facilitada por el Gobierno a los medios de comunicación, se pueden obtener de la web de la Tesorería de la Seguridad Social.
Noveno: lo que dicen los datos desglosados por tipo de contratos del Régimen General de la Seguridad Social confirma los datos de Contabilidad Nacional del INE. No hay más empleo: lo que se ha producido es un trasvase de empleo a tiempo completo a tiempo parcial. Así, en diciembre del 2013 hay 6.115.158 afiliados con contrato indefinido a jornada completa, que son 208.777 menos que los 6.323.935 existentes a comienzo del 2013. En cambio, han aumentado los contratos indefinidos a tiempo parcial en 3.646 entre diciembre y enero del 2013. Pero los afiliados que más han aumentado son los que tienen contratos temporales a jornada completa, de los 1.688.131 de enero de 2013 a los 1.788.862 de diciembre –un crecimiento de 100.731–. Y sobre todo, han crecido los temporales a tiempo parcial, que han pasado de 1.264.571 a comienzos de año a los 1.396.625 en diciembre 2013, 132.054 más contratos temporales a tiempo parcial.
Décimo: el resumen de todos estos datos es que en España no se está creando empleo, sino que, simplemente, se está transformando el que existe a más precario. Entiendan ahora por qué el decreto ley 16/2013 para “flexibilizar el empleo parcial”. Como no se crea empleo, hay que distribuirlo de manera insolidaria. Como no cambia la realidad, que cambie la imagen que reciben los ciudadanos. Eso es exactamente lo que ha hecho este viernes el Gobierno.
Addenda: Y si el empleo no mejora, lo que claramente empeora son los niveles de cobertura de las personas desempleadas. La tasa de cobertura –personas que reciben alguna prestación en relación a las registradas como desempleadas– ha caído hasta el 61,43%, un 8 % menos que a finales del 2011, que era del 69,2. Y también ha caído la calidad de esta cobertura. Mientras que en 2011 la mitad de los que recibían prestación era contributiva, 2 años después, en el 2013, las contributivas solo son el 46,4 del total de personas que la reciben. O sea, 1.237.900 personas de un total de 4.727.814 desempleados registrados, escasamente el 26%. No resulta extraño que el aumento de la desigualdad, de la pobreza y de la pobreza extrema se haya disparado, aunque Rajoy se atreva a decir que sobre pobreza no hay estadísticas.
Fuente: elperiodico.com

viernes, 3 de enero de 2014

martes, 31 de diciembre de 2013

¡Hasta nunca 2013!. "Rajoy está lastrado por los poderes financieros, una ideología ultraconservadora y la corrupción". ¡Compórtese Señor Garzón,... compórtese!.

Zapatero prometió elevar a 800€ el SMI. Llegó a 641€. Rajoy lo congeló el primer año, lo subió un 0,6% el 2° y ayer lo congeló en 645,30€.


Hasta nunca 2013

Despedimos un pésimo año económico. Excluyendo 2009 y 2012 que fueron desastrosos, en 2013 el PIB registró una caída similar a la recesión de 1993. El supuesto gran éxito de la política económica ha sido la reforma laboral. Pero España ha sido según Eurostat el segundo país que más empleo ha destruido en el último año de los 28 países que forman la Unión Europea. Más preocupante son los datos de pobreza y desigualdad. Más de tres millones de españoles están en pobreza severa y seis millones padecen pobreza energética.
Otro supuesto éxito de la política económica ha sido el saneamiento bancario. Pero el último año hemos sufrido la mayor caída de crédito nominal y en términos de PIB de la historia de España. Y nuestras pymes y familias se financian a tipos de interés máximos desde que comenzó la crisis y tipos reales desconocidos desde que entramos en el Euro. Otro éxito son supuestamente las exportaciones. Pero 2013 tendrá el segundo menor crecimiento de exportaciones desde 2009. Solo en 2012, el crecimiento fue inferior. ¿Qué ha sucedido entonces para poner fin a la recesión? 1) Hemos tenido un año turístico excepcional, 2) el efecto Draghi ha rebajado la tensión financiera en toda la periferia y 3) tras dos años de recesión, los líderes europeos han entendido que había que suavizar la senda de ajuste fiscal.
Pero la fragmentación financiera continúa. España tiene 30 punto de PIB menos de deuda pública que Italia. ¿Cómo es posible que paguemos la misma prima de riesgo? La era Berlusconi se diluye mientras en España el Gobierno está enfangado en la corrupción. Pero influye aún más el temor a que el saneamiento bancario en España no haya finalizado. La morosidad no hipotecaria, más los activos adjudicados y los créditos fallidos superan el 30%. Y el banco malo registrará pérdidas en su primer año de vida, como era de esperar. En vez de sanear y recapitalizar el Gobierno ha optado por avalar créditos fiscales. El resultado será menos crédito para pymes y familias y más caro.

2014 acabará con menos crédito, más deuda y más pobreza
Empezamos el año con expectativas de crecimiento, igual que sucedió a finales de 2009. Pero con el doble de deuda pública y una prima de riesgo cinco veces superior. Para conseguir estabilizar, la deuda España debería crecer a tasas próximas al 4%, haciendo a la vez un ajuste fiscal de 40.000 millones. Además, tendríamos que cruzar los dedos para que la prima de riesgo no vuelva a aumentar.
La construcción está prácticamente parada, flirteamos con la deflación, tenemos la menor tasa de inversión agregada desde los años sesenta, la población disminuye, el tipo de cambio está sobrevalorado, el crédito es un bien escaso y muy caro, y los tipos de interés de financiación superan la rentabilidad media para hacer negocios en España. Si formulamos este escenario matemáticamente obtendríamos el conjunto vacío. En economía siempre hay variables no controladas. Por lo tanto es más correcto decir que la probabilidad de estabilizar el crecimiento exponencial de la deuda está próxima a cero.
Necesitamos crecer mucho más, depreciar el tipo de cambio, provocar inflación moderada, aumentar la inversión, incrementar la recaudación fiscal y reestructurar deudas de familias y empresas para estabilizar la restricción de crédito. A la vez habrá que resolver la tragedia griega, portuguesa, chipriota, eslovena, irlandesa, etcétera. Si la política económica europea no cambia radicalmente, despediremos 2014 con menos población, menos crédito, más deuda y más pobreza. Ante esta realidad, Merkel ha conseguido posponer la unión bancaria europea a 2026 y Rajoy, tras la Cumbre Europea, afirmó que es un avance histórico. Así están las cosas. 
Fuente: elpais.com

Vídeo RescatadoAlberto Garzón a Draghi: "Usted viene como representante de un poder antidemocrático"(12.02.2013). 

"¡Compórtese señor Garzón, ... compórtese!".



No queremos vuestra ideología.



lunes, 30 de diciembre de 2013

Julio Anguita, Alberto Garzón, Carmen Reina. Conversaciones sobre la IIIª República. Un programa para la mayoría. "Las cosas no van a cambiar hasta que despertemos".


Un programa para la mayoría

Julio Anguita González. Fundador del Frente Cívico ‘Somos Mayoría’
Narra Platón en el primer libro de su obra La República un diálogo entre Sócrates y un sofista llamado Trasímaco. Este último reitera que las leyes son en realidad la expresión de los intereses de los poderosos los cuales tienen la habilidad de  conseguir que la mayoría de la población las asuma, respete y cumpla como representativas de los intereses generales. Sócrates no entra en debate y se limita a señalar que son muchas las veces que esa minoría de poder no es capaz de cumplir las leyes que ha hecho.
En estos tiempos de inquietud, injusticia, incertidumbre y confusión, aquella parte minoritaria de la mayoría que está concienciada, y pretende que el resto se rebele en nombre de una propuesta alternativa, está fragmentada en multitud de frentes de lucha que siendo distintos y diversos son realmente respuestas puntuales a las mil y una injusticias que el modelo global plantea porque es el modelo, precisamente, el origen de todas ellas. Basta con hacer un simple repaso a la ingente cantidad de siglas, organizaciones, movimientos y frentes de lucha que asisten a las manifestaciones de protesta, para sacar una primera impresión de son varios y múltiples los adversarios contra los que se lucha y que el “enemigo” de cada colectivo es precisamente el más importante y urgente de combatir. Todo ello se ameniza con una abigarrada exhibición de banderas, símbolos, consignas y pancartas que difuminan aún más el origen único de todos los problemas que se difuminan.
Tampoco faltan las referencias directas a las organizaciones políticas o sindicales que supuestamente tienen la solución desde los postulados ideológicos que las conforman. Es habitual ver como los “ismos” (denominaciones de las distintas manifestaciones de las Internacionales obreras o de las nuevas visiones de liberación)  se invocan como la respuesta taumatúrgica a tantos males. El resultado de todo ello es que los ciudadanos no iniciados en estos lenguajes y en estas cosmovisiones recelan, cuando no se inhiben, al considerar que van a su medro particular. Y podrá doler y podrá ser considerado como injusto pero es evidente que sin esa mayoría social la idea de cambio es simplemente ilusoria cundo no quimérica.
Cuando los sabios llegaron a la conclusión de que el Universo es el resultado de la interacción de cuatro únicas fuerzas: la de la gravedad, la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil no se contentaron con eso y siguen buscando de manera tenaz y rigurosa la respuesta que unifique a estas fuerza, el origen único de las mismas y en consecuencia la explicación global. ¿Dónde está nuestra teoría unificada? ¿Dónde tenemos una respuesta que unifique a todas las luchas sin que por ello pierdan su identidad, su especificidad, su protagonismo? ¿Cuál es el marco común que es capaz de cohesionar y a la vez de subrayar lo diferente?
Ese marco existe, lleva a nuestro lado sesenta y cinco años. El 10 de Diciembre de 1948 la ONU, sin ningún voto en contra aprobó la solemne Declaración de los Derechos Humanos. El 14 de Diciembre de 1966 casi todos los países del planeta aprobaron, firmaron y se comprometieron a desarrollar los llamados Pactos de Derechos Políticos y Económicos. Con la firma de Adolfo Suárez se convirtieron en materia de obligado cumplimiento en España desde el 27 de Julio de 1977. En estos pactos se contemplan la primera generación de Derechos Humanos, los políticos, y también la segunda, los sociales. El autor de estas líneas no quiere entrar en describirlos; piensa que si la cuestión, al llegar aquí, no ha despertado interés en el lector para que él mismo se ilustre, es que no merece la pena.
Se me dirá que falta una tercera generación: la de los derechos medioambientales y del planeta; es cierto pero también lo es que en el año 2000 se aprobó un documento llamado Carta de la Tierra en el que personalidades mundiales de primera línea plantearon toda una propuesta de derechos medioambientales que en absoluto desmerecen por rigor y altura a la solemne Declaración de 1948.
No busquemos más referencias globales y programáticas que nos cohesionen a todos y que además sean entendibles por la inmensa mayoría de la población. ¿Hay algún movimiento, colectivo plataforma, partido político o sindicato que se sienta extraño a este ámbito de Derechos? Exigir que se cumplan es, hoy por hoy, una bandera de lucha y organización ciudadana sin  parangón. Luchamos porque se cumpla una legalidad que los poderes no son capaces de cumplir. Ellos están en la ilegalidad.
Fuente: publico.es

Entrevista Julio Anguita: "Las cosas no van a cambiar hasta que despertemos" (07.12.2013)

Merkel reina en Europa.

Por Gabriel Flores | Merkel rescata al SPD de cuatro años más de oposición y consigue a cambio estabilidad para su tercer mandato como canciller y legitimidad para su proyecto político en tres ámbitos fundamentales. En primer lugar, para las políticas de austeridad que ha impuesto hasta ahora y que en lo esencial, en sus elementos centrales, va a seguir aplicando...

Tras unos días iniciales de duelo, más de dos meses de intensas negociaciones con la derecha alemana y dos semanas en las que los líderes socialdemócratas se han volcado en convencer a sus afiliados, el SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) aceptó el cobijo que le ofrecía Merkel en su Gobierno.
Merkel rescata al SPD de cuatro años más de oposición y consigue a cambio estabilidad para su tercer mandato como canciller y legitimidad para su proyecto político en tres ámbitos fundamentales. En primer lugar, para las políticas de austeridad que ha impuesto hasta ahora y que en lo esencial, en sus elementos centrales, va a seguir aplicando. En segundo lugar, para su propia figura como canciller y como líder del bloque de poder conservador europeo que ha diseñado una salida de la crisis de la eurozona que privilegia los intereses de los grandes grupos empresariales, las economías del norte de la eurozona y los mercados financieros. Y en tercer lugar, para la necesaria flexibilización en la eurozona de las políticas de ajuste que muy probablemente va a producirse en los próximos meses con objeto de evitar que el fracaso económico y social de la austeridad acabe convirtiéndose en un fracaso político y electoral de la derecha. Ese ligero alivio de la severidad en las políticas de austeridad y las ayudas que se concedan a los países con problemas de financiación tendrán un límite claro: no propiciarán el riesgo moral ni supondrán una relajación en el cumplimiento de los compromisos en materia de recortes y ajustes.
Por su parte, el SPD se ofrece como el contrapeso social a las extremistas políticas de austeridad impuestas en los último años e intentará capitalizar una gestión menos dogmática en la consecución de los objetivos de consolidación fiscal y equilibrio presupuestario, los nuevos planes de inversión comunitaria, aún por precisar, destinados a favorecer el crecimiento y la lucha contra el desempleo, y las concesiones que a paso de tortuga irá realizando el nuevo Gobierno respecto al avance de la Unión Bancaria y a la imprescindible disminución de la actual fragmentación financiera.
No sería justo despachar en un par de párrafos y con dos o tres comentarios despectivos la decisión de los líderes del SDP y, no se olvide, de la gran mayoría de sus afiliados que han votado a favor del contrato de coalición con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana (CSU). La gran coalición no es un asunto banal ni tampoco lo son las concesiones conseguidas por la socialdemocracia, tanto en lo que supone la inclusión de algunos puntos básicos de su propuesta electoral en el programa del próximo Gobierno como al poder que obtiene en ministerios de gran importancia política y económica.
Tampoco es fácil prever qué impactos va a tener la gran coalición en las fuerzas progresistas opositoras que ahora se quedan en flagrante minoría parlamentaria. Y no digamos de las repercusiones que vaya a tener el acuerdo entre las fuerzas de izquierdas que en el conjunto de Europa y, especialmente, en los países del sur de la eurozona resisten las políticas de recortes, las reformas desreguladoras y privatizadoras y las devaluaciones internas que condenan al desempleo y la pobreza a millones de personas.    
De la naturaleza contradictoria de esas repercusiones pueden dar una idea las declaraciones de algunos dirigentes políticos europeos. Así, por ejemplo, tanto Rajoy como Hollande se felicitaron públicamente por el acuerdo, el mismo miércoles 27 de noviembre en el que se conoció el pacto, no solo por razones de obligada cortesía política con la gran potencia europea, sino también por considerar que la gran coalición puede beneficiar los intereses nacionales de sus respectivos países y la tarea de promover una mayor implicación de las instituciones europeas en las tareas pendientes de cambio institucional y pronta concreción de programas europeos de inversión en infraestructuras y de apoyo al empleo juvenil que ofrezcan algún incentivo al débil crecimiento de sus economías.
En sentido contrario destacan los agrios comentarios de Melénchon, uno de los líderes más importantes de la izquierda opositora francesa (el Frente de Izquierdas), que publicaba en su blog el pasado 14 de diciembre un comunicado titulado “Los nuevos caniches de Merkel” en el que puede leerse: “El SPD se ha vendido a Merkel. Prefiere la alianza con la derecha antes que un acuerdo de izquierdas. La socialdemocracia solo sirve para apuntalar el orden liberal, […]. En Francia como en Alemania, los socialdemócratas son la camisa de fuerza de los pueblos. Ese mundo no es el nuestro. En Francia, la alternativa es la oposición de izquierdas.”
También hay que tener en cuenta el rechazo provocado por el acuerdo en los grandes medios de comunicación alemanes que representan los intereses del mundo empresarial y promueven el pensamiento liberal-conservador. El Frankfurter Allgemeine Zeitung desaprobaba las grandes ventajas sociales (salario mínimo y posibilidad de adelantar la edad de jubilación de los 67 a los 63 años) que, según el periódico, la socialdemocracia había impuesto a Merkel. Y en el mismo sentido se manifestaba Die Welt al subrayar que la señal enviada a Europa por la gran coalición era catastrófica, ya que predicaba la austeridad para los países en crisis, pero engordaba el Estado de bienestar alemán en lugar de ponerlo a dieta para dar ejemplo. Por su parte, el Bild (el rotativo de mayor tirada diaria de Europa) pasaba a considerarse “la oposición extraparlamentaria” y valoraba que “este Parlamento es demasiado débil. Su oposición demasiado pequeña. Y demasiado a la izquierda. Eso no es bueno para Alemania”. 
Por último, mientras el presidente de la patronal alemana, la BDI (Federación de Industrias Alemanas), estimaba que el acuerdo era una ocasión perdida que podía mermar y poner en peligro el atractivo que ofrece Alemania como localización industrial, la DGB (Confederación de Sindicatos Alemanes) aprobaba el acuerdo, destacando especialmente las medidas de mayor contenido social y recomendaba a sus afiliados que también fuesen miembros del SDP que aprobaran el pacto.
Principales contenidos del acuerdo
Las partes que han firmado el pacto de coalición gubernamental han llegado a una solución que consideran satisfactoria. No creían disponer de otra opción mejor y temían que si las negociaciones no llegaban a buen puerto tendrían que elegir una solución que supondría más costes, mayores incertidumbres y menos apoyos de la ciudadanía. Un Gobierno en minoría CDU-CSU, la arriesgada aventura de una nueva convocatoria electoral o cualquier otra posibilidad eran considerados arreglos peores por los partidos firmantes y por la opinión pública.
Las dos partes debían hacer concesiones. El SPD no podía aspirar a modificar de forma sustancial la política económica llevada a cabo por Merkel ni la estrategia de salida de la crisis que se ha impuesto en la eurozona. ¿Debería el SPD intentar cambiar a través de un acuerdo político lo que el electorado había respaldado, sin que una nueva convocatoria electoral le proporcionara el apoyo social para hacerlo? La CDU y la CSU, por su parte, no podían imponer todo su programa. Tenían que hacer concesiones y permitir que el SPD justificara su presencia en minoría en un Gobierno de coalición con la derecha conservadora y pudiera argumentar ante sus afiliados y votantes que la renuncia a parte de su programa electoral se compensa con medidas que supondrán más bienestar y protección social para los sectores más débiles de la sociedad. No podía encontrar mejor justificación ni más noble. Tampoco podía aceptar menos.
Los puntos centrales del acuerdo que ha obrado el milagro y ha sido capaz de dar satisfacción a las partes firmantes y a buena parte de la opinión pública pueden resumirse en seis o siete medidas.   
El salario mínimo es la gran estrella del pacto y la llave que ha permitido que el SPD haya aprobado el acuerdo. Habrá un salario mínimo de 8,5 euros por hora a partir del 1 de enero de 2015, excepto para aprendices y trabajadores en prácticas. Los acuerdos colectivos ya negociados que estipulen salarios mínimos sectoriales inferiores a esos 8,5 euros seguirán vigentes hasta el año 2017.
El rechazo a subir los impuestos sobre las rentas y patrimonios más altos y el equilibrio de las cuentas públicas eran objetivos irrenunciables para la derecha y su inclusión en el acuerdo era innegociable. Los ricos no tendrán que pagar más impuestos, los presupuestos públicos serán equilibrados y, a partir de 2015, el nuevo Gobierno no emitirá nueva deuda pública.
Respecto a las jubilaciones, cada parte logra lo que pretendía. Desde 2014, las madres o progenitores que hayan tenido hijos antes de 1992 conseguirán un aumento de sus pensiones y los asalariados de 63 años que hayan cotizado durante 45 años podrán jubilarse antes de los 67 años sin sufrir ninguna penalización. A partir de 2017, habrá una pensión mínima que se situará en torno a los 850 euros.
Se confirma la voluntad de acabar en 2022 con la energía nuclear civil. Las energías renovables que ahora representan alrededor del 25% del total de la producción eléctrica alcanzarán entre el 55% y el 60% en 2030.  
El SPD introduce en el acuerdo que los niños de familias no comunitarias nacidos en Alemania puedan adquirir la doble nacionalidad a los 23 años sin tener que elegir entre la nacionalidad alemana y la de sus padres.
La CSU consigue que los automovilistas extranjeros paguen un peaje en las autopistas alemanas; para lograrlo, el nuevo Gobierno deberá hacer compatible esa medida con la normativa europea y buscar la forma de  evitar que recaiga sobre los automovilistas alemanes.
Además, el pacto incluye un aumento de las inversiones en educación e infraestructuras. En total, la financiación pública necesaria para aplicar el pacto supondrá un total de 23.000 millones de euros a los largo de toda la legislatura. No parece un precio muy alto. Se supone que esos fondos se obtendrán de una mayor recaudación proveniente de la mejora paulatina de la economía y que, en ningún caso, implicarán una mayor presión fiscal o nuevas figuras impositivas que chocarían frontalmente con el espíritu y la letra del pacto.
¿Y con Europa? ¿Qué pretende hacer con Europa el nuevo Gobierno de la gran potencia que ha impuesto junto a sus aliados del  norte de la eurozona un diagnóstico sesgado de la crisis y una estrategia de austeridad que tan desastrosas consecuencias han producido en las economías y sociedades de los países del sur de la eurozona? En el acuerdo, como cabía esperar, no hay casi nada sobre lo que el nuevo Gobierno pretende hacer con Europa o, mejor dicho, no hay nada nuevo o contrario a lo hecho por Merkel en su anterior mandato.
Como ya se había comprobado durante la campaña electoral, no hay grandes diferencias en política internacional, el euro o la UE entre la derecha conservadora y la izquierda socialdemócrata alemanas. Por eso se puede encontrar tan poca materia en el pacto suscrito dedicada a qué van a hacer en Europa. Ambas partes coinciden en la defensa del euro y de la estabilidad presupuestaria, el mayor control y capacidad sancionadora de instituciones comunitarias sobre los presupuestos de los Estados miembros y en marcar las líneas rojas del cambio institucional que es necesario impulsar en la eurozona y el conjunto de la UE. Líneas rojas que vienen determinadas por una negativa rotunda a establecer mecanismos automáticos de mutualización de deuda y en evitar cualquier medida de apoyo que pueda alentar la más mínima desatención en los compromisos adquiridos por los países del sur de la eurozona para llevar a cabo las reformas estructurales que consigan reducir al mínimo sus desequilibrios macroeconómicos.
Habrá probablemente, gracias al acuerdo, más flexibilidad en la consecución de los equilibrios de las cuentas públicas y exteriores sin alejarse de la disciplina fiscal. Y mayor presencia de inversiones europeas que contribuyan a superar el descrédito de las instituciones comunitarias y a sembrar la esperanza de que también las economías del sur de la eurozona saldrán algún día de la crisis y el estancamiento económico. En todo caso, la continuidad de las políticas de austeridad y disciplina fiscal es innegociable y la nueva gran coalición sólo admitirá avances institucionales sustanciales cuando los países del sur de la eurozona lleven a cabo las reformas estructurales que garanticen disciplina fiscal, mayores posibilidades de ajuste del mercado laboral a la coyuntura económica y unas estructuras productivas más homogéneas con las de sus socios del Norte. Mientras tanto, los mecanismos europeos de financiación, ciertas modalidades limitadas de mutualización de la deuda pública y los rescates tendrán la función de incentivar que las reformas estructurales y los ajustes sigan su curso y que las autoridades nacionales no se plieguen a la presión de la calle.
La defensa del acuerdo por parte de la dirección socialdemócrata ha estado centrada en la conquista que supone el salario mínimo y en las nefastas consecuencias de un rechazo de las bases del partido que acarrearía la dimisión de la actual dirección, la amenaza de fracturas irremediables en el SPD y una larga marcha por el desierto de la oposición.
Los argumentos esgrimidos parecen haber vencido muchas resistencias iniciales y han convencido al 75,96% de los miembros del SPD que han participado en la votación (un 77,86% del total de 474.820 adherentes al partido que habían sido llamados a votar). El 23,95% de los votantes  han manifestado su oposición al acuerdo y alrededor de 105.000 afiliados no han votado. En resumen, una indiscutible victoria de apoyo al acuerdo y a la actual dirección del SPD, especialmente para su presidente Sigmar Gabriel que llevó el peso de las negociaciones, consiguió sacar el mejor partido al desastre electoral sufrido hace tres meses (desde 1949, solo los resultados electorales del SPD en 2009 fueron peores que los del pasado 22 de septiembre de 2013) y arriesgó mucho personalmente abriendo un proceso inédito de dar la última palabra al conjunto de los miembros del SPD. Gabriel ha sido largamente recompensado por su trabajo con la vicecancillería, el Ministerio de Economía y Energía y una presencia de sus colegas de la dirección socialdemócrata en el nuevo Gobierno muy por encima de lo que podía esperarse del pobre resultado de su partido en las reciente elecciones federales (25,7% de los votos frente al 41,5% de la derecha conservadora). Además de Merkel y Gabriel, el nuevo Gobierno contará con 5 ministros del SPD, 6 de la CDU y 3 de la CSU. El SPD consigue los ministerios de Economía y Energía, Asuntos Exteriores, Trabajo y Asuntos Sociales, Justicia, Medio Ambiente y Familia. 
El salario mínimo, su alcance y posibles consecuencias económicas
La aceptación del salario mínimo por parte de los conservadores ha sido la pieza clave que ha permitido llegar a un acuerdo de coalición que pudiera ser ratificado por las bases socialdemócratas. ¿Qué alcance tiene el salario mínimo y qué potenciales repercusiones cabe esperar de su implantación?
Se ha acordado un salario mínimo de 8,5 euros por hora que entrará en vigor en 2015 e irá sustituyendo progresivamente a los acuerdos colectivos sectoriales que en materia de salario mínimo hayan convenido una cuantía inferior. Como consecuencia, la extensión del nuevo salario mínimo a todos los sectores de la economía alemana no será plena hasta el año 2017. 
El número de trabajadores beneficiados por la medida y el incremento nominal de sus ingresos salariales son poco precisos. Sirva como indicador fiable los datos que proporciona el Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), que estima que el nuevo salario mínimo podría afectar, cuando sea totalmente efectivo, al 17% del total de los asalariados alemanes o algo más de 6 millones de trabajadores. La distribución sectorial, social y territorial de esos efectos será muy desigual, ya que se verán especialmente involucrados el 46% de los trabajadores con un empleo a tiempo parcial, el 44% de los jóvenes menores de 24 años, el 34% de los trabajadores del campo, el 34% de los trabajos que no requieren ningún tipo de cualificación formal, el 32% de los que trabajan en pequeñas empresas de menos de 20 empleados, el 27% de los trabajadores de Alemania del Este (en los Länder de la desaparecida República Democrática Alemana), el 22% de los que trabajan en servicios vinculados al consumo o el 21% de las mujeres trabajadoras.
Como media, esos 6 millones de trabajadores alemanes que ahora perciben menos de 8,5 euros por hora verían aumentar sus ingresos nominales en torno al 30%. Y la repercusión sobre la masa salarial agregada, si no hubiera modificaciones en el nivel de empleo, se situaría en un aumento de entre el 3% y el 5%.
El salario mínimo legal acordado es significativamente inferior al que ya existe en una parte importante de los acuerdos sectoriales vigentes. Y es también inferior a los establecidos en Luxemburgo (10,8 euros por hora), Francia (9,4 euros), Bélgica (9,1 euros), Holanda (9 euros) o, incluso, Irlanda (8,7 euros); aunque, por supuesto, es muy superior a los de España (3,9 euros), Grecia (3,4 euros) y Portugal (2,9 euros)
Respecto a las posibles repercusiones económicas del alza del salario mínimo hay muchas opiniones, pero ninguna de ellas puede alegar argumentos concluyentes de carácter teórico o empírico; menos aún, en el resbaladizo terreno de su impacto sobre el empleo. Aunque la agitación de la patronal y de los medios que representan a la derecha conservadora o liberal es grande y procuran alarmar a la opinión pública por sus potenciales efectos negativos, no parece que el impacto del nuevo salario mínimo en términos de destrucción de empleos vaya a ser demasiado importante. Las previsiones más pesimistas estiman un potencial destructivo de entre 350.000 y 1,6 millones de empleos, pero hay también razones poderosas para suponer que el incremento del salario mínimo en hogares con una alta propensión al consumo incrementará la demanda doméstica y generará actividad económica y empleos que podrían ser tanto más numerosos cuanto más se oriente la nueva demanda hacia la producción doméstica en lugar de hacia los bienes importados.
¿De qué depende que el impacto del salario mínimo sea más o menos beneficioso para los sectores más frágiles de las clases trabajadoras?
En primer lugar, de la capacidad que tenga la patronal de eludir su implantación  camuflando parte del empleo actual en la economía sumergida, transformando contratos laborales por otros de carácter mercantil que convertirían a trabajadores asalariados en falsos autónomos o sustituyendo empleos a tiempo completo por mini-jobs, aprovechando que éstos cuentan con un tratamiento fiscal más favorable y unos costes de seguridad social inferiores. Podría darse la siguiente paradoja: la extensión y el aumento del salario mínimo repercutiría negativamente sobre el empleo asalariado, especialmente en las actividades menos productivas y rentables en las que abundan los empleos más precarios y peor remunerados; finamente, la suma del aumento de las rentas salariales mínimas y del retroceso del empleo podría neutralizar el impacto sobre la masa salarial global.
En segundo lugar, del impacto del salario mínimo sobre la inflación y, como consecuencia, sobre la evolución de la capacidad real de compra de los salarios. Podría darse la siguiente situación: el mayor nivel del salario mínimo no mejora de forma significativa el poder adquisitivo de parte de los trabajadores beneficiados. Especialmente, si ese aumento nominal del salario implica un aumento del tipo marginal del impuesto sobre la renta de las personas físicas o una reducción de las transferencias públicas que en forma de bienes públicos o, directamente, en forma de renta percibían antes las personas y hogares que no alcanzaban determinado umbral de ingresos.
Como se puede deducir de los comentarios anteriores, la responsabilidad de los sindicatos y los partidos de izquierdas en la tarea de control de las posibles derivas indeseables que pueden perjudicar los intereses de los sectores que teóricamente deberían beneficiarse de la implantación del salario mínimo es un factor esencial a la hora de neutralizar sus potenciales efectos negativos.
Respecto a su impacto positivo sobre las economías de la eurozona, las dudas son de similar envergadura, sino más. 
En el peor de los casos, la competitividad de los productos alemanes va a verse poco afectada, dado que la demanda exterior de la producción alemana es muy inelástica, sufre poco con el aumento de sus precios y la apreciación del tipo de cambio efectivo real tiene un impacto muy pequeño. El alza de la demanda doméstica de bienes de consumo que pueda generar el aumento del salario mínimo no va a suponer tampoco un salto significativo en las importaciones alemanas procedentes del resto de países de la eurozona, ya que mayoritariamente son bienes industriales, equipos y materiales de transporte.
En resumen, el aumento de los salarios nominales que va a suponer la implantación del nuevo salario mínimo para una franja significativa de las clases trabajadoras de Alemania es importante y va a beneficiar especialmente a los sectores más frágiles. No obstante, su alcance respecto al aumento de la capacidad adquisitiva de los salarios o del empleo es tan discutible como impreciso, aunque no parece que vaya a ser muy grande.  
Lo más probable es que el nivel general de precios en Alemania reciba un pequeño empujón, pero ese ligero aumento de la inflación y de los salarios nominales más bajos va a tener mayor incidencia en fortalecer la obsesión por mantener a raya la inflación y la presión sobre la política monetaria del BCE que en perjudicar los márgenes empresariales, las exportaciones alemanas o el empleo. También cabe esperar que el consumo de los hogares de menor renta aumente algo y tenga un efecto final positivo sobre las importaciones alemanas procedentes de sus socios de la eurozona. En todo caso, poca cosa. Nada que vaya a producir cambios sustanciales en la situación económica y el empleo en Alemania o en los países del sur de la eurozona.
¿Quién capitalizará en Alemania y en Europa la nueva gran coalición?
En el corto plazo y en Alemania, ambas partes; especialmente sus principales dirigentes, Merkel y Gabriel. Ambos han logrado lo que querían y cuentan con el apoyo, según todos los sondeos de opinión, de la mayoría de la sociedad alemana. Pese a ello, conviene tener en cuenta que las reticencias que despierta el acuerdo son muy importantes, como ya han mostrado las manifestaciones realizadas por la patronal y los medios de comunicación más influyentes y lo irán demostrando con mayor rotundidad que hasta ahora el resto de fuerzas políticas, tanto los dos grupos parlamentarios de oposición (La Izquierda y Los Verdes), que son inequívocamente progresistas, como las principales fuerzas extraparlamentarias de derechas (Alternativa para Alemania y Partido Democrático Liberal) que se han quedado a unos pocos miles de votos de entrar en el Bundestag y que, seguramente, reforzarán sus posiciones en las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
En España, la repercusión ha sido aparentemente muy escasa, al menos por ahora. El acuerdo desautoriza o debilita las posiciones de la parte más cavernícola de la derecha española que intenta arrasar al PSOE y sus posibilidades electorales y, de paso, a los dos grandes sindicatos.
Por otro lado, el nuevo Gobierno alemán también alienta la ilusión de un gran pacto en materia económica entre el PP y el PSOE que los desequilibrios y debilidades estructurales de la economía española hacen imposible. La gran coalición alemana va a suponer, probablemente, un obstáculo para el desarrollo de las propuestas de izquierdas en el PSOE y para la credibilidad de esas propuestas. Hará más difícil que un programa alternativo al del PP y al de las instituciones europeas, nítidamente enfrentado a las políticas de recortes, austeridad y privatización de lo público, gane terreno en el seno del PSOE y que los sectores socialistas de izquierdas se reafirmen como alternativa a la actual dirección del PSOE y a su intención de sucederse a sí misma tras el paso atrás que pronto deberá dar (¿o no?) Rubalcaba.  
¿Y a medio y largo plazo quién rentabilizará el acuerdo de gran coalición? ¿Qué partidos capitalizarán los frutos de las medidas de carácter más social que apruebe y aplique el nuevo Gobierno? En Alemania, la propia subordinación del SPD a Merkel y a la mayoría gubernamental conservadora hará muy difícil que los socialdemócratas rentabilicen sus hipotéticos logros y mucho más fácil que los posibles traspiés y los nuevos episodios de crisis que pueden sobrevenir en la eurozona sean cargados a las espaldas del SPD.
Merkel ya encabezó otra gran coalición con los socialdemócratas entre 2005 y 2009 que acabó en la derrota electoral más estrepitosa en la historia del SPD. Tras intentar poner tierra por medio respecto a las posiciones que mantuvo durante la anterior gran coalición presidida por Merkel y antes, respecto a las políticas que se aplicaron durante los dos mandatos de Schröder (1998-2005), e intentar recuperar parte de sus señas de identidad como partido de izquierdas durante la reciente campaña electoral, el SPD cambia de nuevo el paso y se vuelve a enredar en una coalición con la derecha en la que ocupa la subordinada posición que le viene asignada por sus malos resultados electorales. Sería una auténtica sorpresa que en tales condiciones pudiera reforzar su posición y ampliar su electorado en próximas elecciones.    
En el resto de Europa, el análisis de las posibles repercusiones es igual de complicado. La reafirmación de la estrategia conservadora de salida de la crisis basada en la austeridad, la devaluación interna y los recortes llevan a los países del sur de la eurozona a un callejón sin salida y siembra desesperanza entre los sectores que han sido arrojados al paro y la pobreza por la crisis económica y las políticas aplicadas. La desafección con esas políticas y con las instituciones comunitarias que las encarnan va a proseguir y se va a manifestar a muy corto plazo en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, por mucho que la suavización de la austeridad que pueda propiciar la presencia socialdemócrata en el nuevo Gobierno alemán pueda limitar su alcance.
La mayor flexibilidad en los ritmos de recortes de gasto público que se exijan a las economías del sur de la eurozona, algunos tímidos avances en el cambio institucional que está en marcha, especialmente el importante proyecto de Unión Bancaria que sigue su camino a paso de tortuga, y algunos proyectos comunitarios que favorecerán la inversión en infraestructuras comunitarias y una mayor implicación financiera europea a favor del empleo juvenil no van a impedir que la fragmentación financiera, bancaria y productiva siga existiendo. Tampoco, que esa fragmentación acabe plasmándose en el mapa político e incida en una creciente desigualdad económica y en una crisis social propicias para el desarrollo de xenofobias, nacionalismos simplistas y exasperados o medidas autoritarias que representan la contra imagen y los contravalores de lo que pudo ser, no ha sido y debería reafirmar y conquistar en un próximo futuro un proyecto progresista de construcción de la unidad europea.
El acuerdo suscrito por los socialdemócratas alemanes pinta muy mal para un proyecto europeísta de progreso, para los países del sur de la eurozona y para los millones de personas que en Europa sufren el paro y la pobreza. Tampoco parece que los réditos que pueda sacar el SPD vayan a ser muchos. Y menos aún, sus correligionarios de los países del sur de la eurozona. Todo parece indicar que el SPD ha hecho un mal negocio. Merkel, encantada, afianza la hegemonía de la derecha europea y reina en Europa. 
Fuente: nuevatribuna.es