Durante dos días, la localidad galesa de Cardiff fue anfitriona de la
cumbre de la OTAN con la participación de 60 jefes de estado o gobierno
para debatir y acordar nuevas acciones coordinadas en relación al
conflicto armado de Ucrania y el movimiento sunita del llamado Estado
Islámico en Iraq.
A diferencia de otras cumbres, en esta ocasión, la Federación Rusa no
solo no fue invitada sino que se convirtió de nuevo en blanco de la
Alianza desempolvando conceptos y posiciones de la Guerra Fría.
Desde la disolución del Pacto de Varsovia el 1 de Julio de 1991,
disolución unilateral que perseguía la total autonomía e independencia
de los Países del Este del llamado “Socialismo Real” pero también una
apuesta por el desarme, la paz y seguridad compartida, la OTAN, lejos de
iniciar el mismo camino de su autodisolución a favor de un sistema de
seguridad compartida, de seguridad humana desde el respeto a la Carta de
Naciones Unidas, del desarme, se ha convertido, en su teoría y práctica
en uno de los obstáculos mas serios para alcanzar una paz duradera, un
progresivo desarme, reducción de los ejércitos nacionales y un drástico
recorte de los programas industriales e I+D de armamento.
El entonces presidente de la URSS Mijael Gorbachov recibió garantías
de la Administración de EEUU que la OTAN no se desplegaría en los
antiguos Países del Este, exmiembros del Pacto de Varsovia.
El 27 de mayo de 1997, siendo Javier Solana secretario general de la
OTAN, se llegó a suscribir con la Federación Rusa un “Acta fundacional
sobre las relaciones de cooperación y seguridad mutuas entre la OTAN y
la Federación Rusa” donde se manifestaba que no se consideraban
adversarios y se comprometían a construir juntos una paz duradera y
abierta.
El propio presidente de EEUU, Clinton, llegó a manifestar estar
dispuesto a crear un futuro en el que la seguridad europea no sea un
juego de suma cero donde si gana la OTAN perdía Rusia y donde la
fortaleza de Rusia era la debilidad de la OTAN.
Pero en la cumbre celebrada en Madrid en 1997 se propuso la entrada
a Hungría, Polonia y República Checa a ingresar en la Alianza, cosa que
hicieron en 1999 y en 2004 entraron las tres Repúblicas Bálticas
(Lituania, Letonia y Estonia), Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, y
Rumania.
En 2008 el Consejo de la OTAN invitó a Ucrania y Georgia a formar
parte de la OTAN reiterando la petición en el 2010 en la cumbre de
Lisboa. Lejos de cumplir los compromisos adquiridos, Estados Unidos y la
OTAN consiguieron ampliar su zona de influencia bordeando la frontera
con la Federación Rusa.
Es indudable que la organización del golpe de Estado violento en
Ucrania con participación de organizaciones fascistas paramilitares tuvo
el visto bueno y el aliento de las administraciones norteamericana y
europea a sabiendas que precipitaría movimientos secesionistas dada la
configuración histórica, étnica y cultural de Ucrania. Esa
irresponsabilidad buscaba exclusivamente asegurarse una hegemonía en un
área geoestratégica de primer orden que se cuestionaba ante la negativa
del presidente electo ucraniano a suscribir el acuerdo de asociación con
la UE.
En Cardiff la OTAN da otra vuelta de tuerca para aumentar la tensión
con la Federación Rusa al aprobar el denominado “Readiness Action Plan”
(Plan de Acción para la Preparación) que prevé una mayor presencia en
los Países del Este con ejercicios militares, equipamiento logístico y
la protección del espacio aéreo de los Países del Báltico.
Además reincide (ya se planteó en la cumbre de Lisboa), en la
creación de una Fuerza de Acción Rápida (Spearhead Force) de hasta 5.000
efectivos para movilizarla en 48 horas ante amenazas en el Este o en
cualquier parte del mundo.
Estos acuerdos, en el contexto del rol que juega la OTAN desde su
intervención contraviniendo la Carta de Naciones Unidas en Yugoslavia
(asumido en sus conceptos estratégicos en sus sucesivas cumbres desde
1999 en Washington hasta la de Lisboa en 2010), convierte a la OTAN en
un factor de desestabilización permanente al poder intervenir sin el
mandato expreso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Afganistán está hoy más talibanizada, Libia en descomposición
violenta, Iraq en una guerra civil frente al autoproclamado Estado
Islámico de Iraq y Levante (ISIL) y Siria devastada. Todo estaba
permitido para acabar con los regímenes de Sadam Husein, Gadaffi o Al
Asad, incluso armar a la yihad, a Al Qaeda, dejadla actuar.
Y ahora, cuando en Siria e Iraq adquieren una fuerte dimensión, se
trata de combatirlos porque suponen “una grave amenaza para el pueblo
iraquí, el pueblo sirio, la región y nuestras naciones”, según reza “la
declaración de Gales” suscrita por 28 lideres de la OTAN. Ese modus
operandi de EEUU y la OTAN se ha convertido en uno de los principales
obstáculos para una paz duradera, una seguridad compartida y humana y la
consecución del desarme.
La industria de la guerra es la gran beneficiada por eso en Cardiff
se ha vuelto a reiterar la necesidad de incrementar el gasto militar
hasta un 2% de los PIB de los países miembros.
Todo parece indicar que la próxima Alta Representante de Política
Exterior y Seguridad de la Unión Europea , la italiana socialdemócrata
Federica Mogherini no cuestionará , como no lo hicieron sus
predecesores, ese papel desestabilizador de la OTAN, la necesidad de
proponer su disolución a favor de otro sistema de seguridad compartida
anclado firmemente en la Carta de Naciones Unidas donde Europa juegue un
papel fundamental en el desarme y la distensión.
Fuente: publico.es
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