Marco Antonio Moreno – Consejo Científico de ATTAC España
El
Banco Central Europeo no sorprendió a nadie con su última pócima
milagrosa de volver a reducir cada uno de sus tres principales tipos de
interés, como apuntó Onésimo,
y dos nuevos programas para la compra de valores respaldados por
activos y bonos garantizados emitidos por los bancos de la eurozona. Hay
preocupación de que el período deflacionista puede persistir durante más tiempo de lo pensado (ver
imagen) y poner en peligro la recuperación económica de la zona euro.
Draghi reconoció que “hemos visto un empeoramiento de las perspectivas
de inflación a mediano plazo, y el movimiento a la baja en varios
indicadores muestran que la recuperación ha perdido impulso.”
Lo que no se animó a decir Mario Draghi, es que la economía europea se encamina a una nueva recesión y que los últimos “movimientos de ficha” del
BCE van rumbo a ninguna parte. La política monetaria está cada vez más
arrinconada en el descrédito y la incompetencia dado que tras seis años de crisis no ha podido dar con un camino fiable para la recuperación económica verdadera.
Si a esto sumamos la desaceleración en picada que sufre China y Japón, y
la debilidad inserta en Estados Unidos, donde, de acuerdo a Janet
Yellen, casi la totalidad del empleo creado en ese país en los últimos años es de carácter precario y temporal,
podemos esperar que nos hallamos en las puertas de una nueva recesión
global. De esta nueva crisis los principales culpables serán los bancos
centrales, y las políticas de los gobiernos que dieron rienda suelta a
los planes de austeridad que ordenó Angela Merkel. Como al parecer
existe eso que algunos llaman “justicia divina”, no deberá sorprendernos
cuando el próximo país que siga a Francia e Italia en su nueva entrada
en recesión sea Alemania, país que ya comienza a sufrir signos de fatiga
con una tasa de desempleo en aumento.
Los datos de la economía europea en su conjunto siguen siendo inferiores a los alcanzados en la víspera de la crisis de 2008. Europa ha caído en la trampa 3D (deflacion,
deuda, desempleo) y la compra de activos financieros no ayudará a
detener el flagelo de la deflación, quizá la mayor fuente de
inestabilidad para el sistema financiero dado que aumenta la carga real
de la deuda tanto pública como privada.
Ahora el BCE aboga por el
gasto público y por políticas que reviertan las malas reformas
estructurales con las que se intentó atacar la crisis. ¿Qué dirá
Jean-Claude Trichet, el primero en implementar las políticas que
potenciaron el ciclo recesivo? En todos estos años, la política
monetaria no ha hecho más que ganar tiempo para generar espacio a la
recuperación del sistema financiero. Sin embargo, tras seis años de
crisis, el sistema financiero sólo ha hinchado nuevas burbujas que han
instalado a la economía mundial al borde del precipicio.
Los
planes de austeridad y las políticas del BCE tienen hoy a la economía
europea un 20 por ciento por debajo de su tasa de crecimiento
tendencial, con el riesgo de varias décadas perdidas que pueden dejar en
la sombra la década perdida de Japón. Y si tras la crisis de 2008 China
podía convertirse, como lo fue, en el salvador de la economía mundial,
hoy el gigante asiático ha perdido fuerza y su desaceleración puede
desencadenar una severa depresión mundial. La caída en la demanda
interna, y el interés del gobierno chino por pinchar las burbujas
especulativas, está generando una fuerte contracción del crédito y la
inversión. Este tsunami no tardará en llegar a nuestras costas, con las
conocidas consecuencias devastadoras que implica.
Las medidas
adoptadas por los bancos centrales han creado las condiciones propicias
para una nueva crisis financiera, y mientras la economía real sufre la
laceración del estancamiento, los mercados financieros han alcanzado
máximos históricos a raíz del estímulo monetario. La bonanza financiera
puede revertirse en los próximos meses, cuando la Reserva Federal ponga
fin a sus programas de “alivio cuantitativo” y comience a impulsar las
tasas de interés. La sola mención de esta posibilidad significará nuevas
pesadillas para Mario Draghi.
Las políticas de estímulo
cuantitativo no pueden prolongarse indefinidamente dado que generan
altos costos a los gobiernos y sus ciudadanos. Como medida inicial para
revertir una crisis, pase. Pero, en rigor, no han logrado impulsar la
economía real y sólo han incubado las semillas para la próxima crisis,
que amenaza con ser mucho más destructiva.
Nota: A
propósito de algunos comentarios, y dado que no he podido comentar
directamente por alguna falla, recuerdo a los lectores que en este mismo
blog -desde el año 2008- he criticado las políticas monetarias de los
bancos centrales: ver El adiós a la contrarrevolución monetarista de Milton Friedman, golpe dado en los años 70 para terminar con la revolución keynesiana; o El fracaso de las políticas monetarias de los bancos centrales.
Del mismo modo, he sido uno de los más tenaces críticos de los “planes
de austeridad” desde su misma implantación, en mayo de 2010: ver Los planes de austeridad conducen al desastre o El fracaso de los planes de austeridad en dos gráficas,
entre otros. Todas estas políticas de desmantelación fueron realizadas
con la complicidad del FMI que desde los años 70 subestimó en forma
creciente los multiplicadores fiscales. Hace dos años el FMI debió dar un giro en 180 grados y reconocer su grave error. Estos son temas que no salen en la prensa pero siempre han estado presentes en este blog.
El fracaso de los planes de austeridad y de la actuales políticas es en
toda la linea y la situación irá a peor dado que se ha defendido la
ideología neoliberal donde “solo el mercado importa” y se ha buscado por
todos los caminos el milagro de que los mercados se autorregulen,
inyectando cientos de miles de millones de euros al sistema financiero
sin que nada fluya a la economía real. No se ha querido reconocer que el
sistema financiero ha muerto víctima de su propio veneno y que su
conexión al respiradero artificial está significando un altísimo costo a
los gobiernos y los contribuyentes de todo el mundo. Se necesita una
banca que preste dinero directamente a los pequeños y medianos
productores, sin intereses y sin intermediarios financieros de ningún
tipo. Estas son las empresas que crean el 80 por ciento del empleo, y
hoy no tienen acceso a ningún tipo de financiamiento dada su lejanía con
la oligarquía financiera. Parte de esta propuesta es la que plantea el
artículo de Mark Blyth y Eric Lonergan publicado en Foreign Affairs y comentado aquí.
Fuente: attac.es
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