martes, 8 de enero de 2013

Joan Coscubiela. DEL 2012 AL 2013: ENTRE LA ESTAFA Y LA ESPERANZA.

Que mis amigos no sufran, ni he caído en manos de la “cofradía de los brotes verdes”ni estoy atrapado en la “secta de la mentira compulsiva”. Pero, al finalizar un año que ha sido muy duro en todos los aspectos, siento la necesidad de hacer una lectura alternativa del 2012.

Un año que comenzó con un monumental engaño, perpetrado por el PP y su Brunete mediática: “Con el cambio de gobierno, todo irá a mejor”. Tanto lo repitieron que hasta terminaron creyéndoselo. Estos doce meses están preñados no sólo de grandes injusticias en el reparto de los ajustes sino también de los engaños y las mentiras con las que sistemáticamente ha actuado el gobierno Rajoy.

No se trata sólo de los vergonzosos incumplimientos de su programa electoral por parte de Rajoy. Según Feijoo, parece que lo importante no es cumplir con los compromisos sino con el “deber”, se supone que supremo. También de los reiterados engaños perpetrados en las comparecencias parlamentarias, en las ruedas de prensa de los viernes, posteriores al Consejo de Ministros. Trampas, engaños, mentiras, medias explicaciones, normas ocultadas hasta que salían publicadas el sábado en el BOE –pero para entonces los titulares ya habían fijado la agenda política del fin de semana-. Lo que el PP ha hecho, votando –vicepresidenta y ministros incluidos- un 30 de octubre a favor de la moción presentada por Izquierda Plural (IU, ICV-EUIA, CHA) a favor de la revalorización íntegra de las pensiones del 2012 y sólo 30 días después acordar exactamente lo contrario en el Consejo de Ministros, merece pasar al Libro Guinness del fraude político.

El que debía ser el año de la recuperación económica y del empleo, ha sido el año de lacronificación de la recesión y del incremento del desempleo. La reforma laboral para el empleo ha terminado siendo lo que siempre fue, una contrarreforma laboral facilitadora del despido, generadora de más precariedad e incentivadora de la reducción de salarios.

He tenido oportunidad en el “Bloc del Coscu” y en las intervenciones parlamentarias de desgranar la acción de gobierno y mis/nuestras opiniones y propuestas alternativas al respeto.

A estas alturas ya es evidente que el 2012 termina con más desempleo, menos protección social, salarios más bajos, un espectacular incremento de las desigualdades sociales y un aumento de la pobreza que aparece no sólo en indicadores sociales sino en imágenes cotidianas de nuestra sociedad, que creíamos olvidadas para siempre.

Como sucede en este tipo de crisis, los poderes económicos no han querido perder su oportunidad para imponer contrarreformas en el modelo social. El programa máximo del “ultraintervencionismo de clase”, disfrazado de liberalismo, ha sido impulsado por el PP en el terreno de las relaciones laborales, los derechos sociales, el sector público. Destacan los intentos de debilitar la política, las organizaciones sociales y sindicales y en general los movimientos sociales. Cambios legislativos que nada aportan a la salida de la crisis, pero que son muy útiles para acabar con los contrapoderes sociales imprescindibles para que una sociedad pueda considerarse democrática.

El manoseado programa “reformista” de Rajoy es todo menos reformista, más bien es reaccionario. La ofensiva, entre otros, de los ministros de Justicia y de Educación en materia de derechos pone de manifiesto la necesidad de cohesionar ideológicamente al núcleo duro del electorado de la derecha. No en vano, España es de los pocos países de la UE donde no existe una oferta política específica de la extrema derecha, porque estos sectores sociales se sienten muy cómodos en las políticas del PP. Sin olvidar la vuelta a políticas de anti-sostenibilidad en la Ley de Costas y política energética.

A pesar de este balance negro para la mayoría de la ciudadanía y para la democracia, el2012 ha tenido momentos y situaciones que llaman a la esperanza.

Cuando la crisis es tan dura y sus efectos tan dramáticos, el miedo se apodera de las personas. Cuando un gobierno con mayoría absoluta impone sus políticas, semana tras semana, el riesgo de la resignación es grande. Cuando la ciudadanía comprueba que las informaciones o propuestas alternativas tienen muchas dificultades en abrirse paso, el riesgo de que la frustración se apodere de la gente es real. Cuando desde el poder se lanza una campaña de desprestigio de todo lo colectivo, los riesgos de caer en elindividualismo del “sálvese quien pueda” se incrementan por encima de los estándares propios de la condición humana. Cuando se criminaliza y persigue a movimientos sociales el riesgo de la parálisis social es fuerte.

Y a pesar del riesgo de que el miedo, la resignación, la frustración, el individualismo y la parálisis social se apoderarán de la sociedad, esto no ha sido así.

De aquí mi referencia a la esperanza. No es la esperanza de que las políticas de austeridad salvaje nos saquen de la crisis. No es la esperanza de que algún tecnócrata aplique un milagroso programa de reactivación.

Es la esperanza que nace de los comportamientos sociales que durante estos años, y especialmente el 2012, se resisten a tirar la toalla y han plantado cara.

Es la esperanza que me generan las muchas expresiones de resistencia, solidaridad y rebeldía social que también han estado presentes en el 2012. En ocasiones ocultas bajo el alud de desastres que nos ha sepultado, pero que siempre han conseguido emerger.

Comenzando por las PAH, que han construido espacios de solidaridad, acompañamiento ante el sufrimiento, lucha ideológica contra el sistema y soluciones para las familias afectadas por los desahucios. Una experiencia propia de momentos excepcionales y que en ocasiones recuerda los inicios del movimiento obrero y su capacidad para ofrecer al mismo tiempo ayuda mutua y movilización social.

2012 ha sido también el año de la confluencia de sectores sociales que en ocasiones se miran con recelo y han visto en la movilización social, puntos de encuentro y coincidencias. Ha sido también el año de dos huelgas generales, exitosas, a pesar de las dificultades objetivas y de las campañas en contra. Huelgas que en algún momento han posibilitado la confluencia de muchos sectores sociales afectados por la crisis y las políticas de austeridad. Ha sido también el año de la exigencia de regeneración democrática y de un proceso constituyente que siente las bases de una democracia, que sin un “demos” fuerte, es débil frente al poder.

2013 puede ser en el terreno económico y del empleo tan duro o más que el año que termina. Nuestro reto es mantener la esperanza que hay otras alternativas distintas a la de la austeridad injusta, salvaje y suicida. Para ello el 2012 nos ha dejado algunos mimbres y por eso mi llamada a la esperanza.

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