martes, 15 de enero de 2013

El presidente del Eurogrupo Juncker: "Los ajustes en Europa se diseñaron para que cayeran sobre los más débiles".

El presidente del Eurogrupo se despidió del cargo acusando al norte de Europa de aprovechar la crisis provocada por la austeridad en los países del sur: "Algunos se están hartando del dictado alemán".

El escritor austríaco Stefan Zweig decía que "veracidad y política rara vez viven bajo el mismo techo". El jueves fue uno de esos días extraños. En su última comparecencia ante el Parlamento Europeo como presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, se explayó en una diatriba contra los ajustes. Sus palabras no eran las usuales para un político de Bruselas. Mucho menos para quien presidió durante años el grupo que reúne a los ministros de Finanzas de la Eurozona.
El también primer ministro de Luxemburgo se quejó de que "los ajustes se diseñaron para caer sobre los más débiles" y acusó a los ministros de Finanzas europeos de seguir el dictado de instituciones "cuya legitimidad democrática no es clara", como la Comisión Europea, el BCE y el FMI.
Que no estaba de acuerdo con el ritmo de los ajustes "impuestos a algunos países" fue lo más suave que dijo. En su improvisado discurso de despedida (deja el cargo en febrero), el que hasta ahora era un europeísta tranquilo y poco dado a separarse de los dictados Berlín, acusó a algunos países del bloque de beneficiarse de la crisis por dos males que aquejan a los países del sur: el riesgo país y la fuga de capitales.
Juncker explicó cómo la primera razón ha hecho que muchos inversionistas trasladen su dinero al refugio más seguro de los países del norte. Gracias a estas transferencias, países como Alemania llegaron a colocar bonos a dos años con tasas negativas (o sea, que Alemania ganó dinero pidiendo prestado a los mercados). La segunda razón es aún más grave. Según Juncker, algunos países se han estado beneficiando de la fuga de capitales que sufren Grecia y otros países del sur de Europa sin decir ni hacer nada.
Sus palabras llegan tarde pero llegan. Desde el Eurogrupo, Juncker dirigió desde hace años las maratonianas reuniones de los ministros de finanzas que decidieron puntos claves de esta crisis europea de nunca acabar: los rescates a Grecia, Irlanda, Portugal y la banca española, junto con las exigencias de ajustes que se le imponían a esos países. Con su marcha llega el arrepentimiento y el recuerdo por los que más sufren los ajustes. Se subestimó el drama del desempleo y se dio la impresión de que Europa estaba sólo para castigar, dijo.
Su consejo para evitar la catástrofe al más que probable sucesor, el holandés Jeroen Dijsselbloem: escuchar a todos los países del euro por igual (y sobre todo a los del sur) y exigir a los del norte que dejen de considerarse los más virtuosos porque sus cuentas también están llenas de agujeros.
Ante la sorpresa de unos eurodiputados acostumbrados a oírle repetir durante años que el de los ajustes era el único camino, Juncker dijo que la pareja franco-alemana no tenía el nivel para dirigir a Europa hacia la salida de la crisis, que a él mismo le costaba entender por qué habían de considerarse "sabios" lo dirigentes de las instituciones europeas, y que algunos se estaban hartando "del dictado alemán",
No le faltó una andanada contra "los futurólogos anglosajones" que llevan años predicando y prediciendo que Grecia dejará el euro: "Para mí, Europa y la Eurozona estarían incompletas sin Grecia. Ignoramos todo lo que Grecia y los griegos han aportado a Europa".
Tras los ataques vinieron las propuestas. Para empezar, la de un salario mínimo europeo, algo a lo que se niegan la mayoría de los países (muchos ni siquiera tienen). También propuso una medida tabú para Berlín: la retroactividad de la futura recapitalización de la banca europea. De esa forma, podría incluirse a Irlanda y a España, que ya tenían asumidos enormes créditos de sus socios para levantar a una banca que se les hundía.
Juncker justificó la necesidad de unos derechos sociales mínimos para todos los empleados como la única forma de no perder "el apoyo de las clases trabajadoras" y, para terminar, criticó a los millonarios "antipatriotas" griegos que llevaban su dinero a Fráncfort sin que Alemania hiciera nada por evitarlo. "Nos hemos vuelto arrogantes, no queremos reconocer la Historia, no nos gustan los que no son como nosotros. Apoyaré a Grecia hasta el final".
Fuente: clarin,com

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