miércoles, 15 de octubre de 2014

Hugo Martínez Abarca: "TARJETAS NEGRAS. El saqueo era un ecosistema".

Una constante en los casos de gran corrupción es que nunca sorprende en el entorno del corrupto. Es raro que se sepan los detalles que servirían para llevar a los tribunales al corrupto. Pero la corrupción huele entre otras cosas porque no se roba para nada sino para vivir mejor, comprar voluntades, financiar organizaciones. Todo eso se ve.
El caso de las tarjetas de Cajamadrid-Bankia no es un caso discreto. Hay 86 personas que tenían tarjeta con el equivalente a los sobres del PP. 86 personas durante una década. 86 personas con su opulencia, con sus dispendios ostentosos. Nadie puede creer que 86 personas que entran y salen durante 10 años actúan en solitario. Que nadie cuenta nada (siquiera porque les pareciera normal), que nadie sospecha nada, que nadie duda de por qué una persona defiende políticas radicalmente opuestas a las ideas con las que se supone que llegó. Probablemente no hubiera mucha gente que supiera que no pagaban nada de esas tarjetas. Lo que suele ser evidente es quién es un corrupto, no en qué consiste la corrupción. La omertá se mantiene porque quienes saben los detalles también son beneficiarios directa o indirectamente, porque mucha gente intuye quién es corrupto pero poca gente sabe cómo roba.
Un secreto entre 86 no es un secreto. Como es imposible pensar que el reparto de sobres que se hacía en Génova 13 y el mecanismo concesión-donación-sobre no fuera un secreto a voces dadas las decenas y decenas de cargos del PP y empresarios que participaban del saqueo y los sobornos durante décadas. Los casos de corrupción se suelen conocer por crisis económicas o matrimoniales. Cuando un cónyuge despechado cuenta lo que sabe; cuando el botín no llega a todos y alguien que no recibió el maletín prometido se venga tirando de la manta. Esperemos que también cuando un corrupto es pillado y decide largar lo que sabe de un viejo entorno por el que se siente abandonado: ojalá esa sea la próxima fase de la fiesta de las tarjetas black, la primera que paguen ellos.
El saqueo no era un secreto sino un ecosistema
Para su sostenibilidad necesitaban que todos nos creyésemos en el ajo, que igual que necesitamos que haya avispas aunque nos molesten sus picaduras, necesitábamos el saqueo, que creyésemos que lo contrario son utopías populistas económicamente insostenibles. Necesitaban que nos creyésemos que todos hacíamos lo mismo, que está en el mismo plano no pagar el IVA al fontanero, bajarse un disco de Internet y desfalcar el país. Necesitaban que nos creyésemos que todos nos beneficiábamos del saqueo, que nuestro piso valía más y por tanto éramos más ricos, que el saqueo inmobiliario generaba una país más rico, más empleo para todos… Aplicaron a la economía esa lógica según la cual el principal beneficiario de las corridas de toros es el propio toro, que si no se extinguiría. También necesitaron que un puñado de dirigentes políticos y sindicales pensaran (puede incluso que equivocadamente) que les beneficiaba que uno de los suyos participara del festín.
Y coló durante muchos años
Los extractos de las tarjetas B tienen una ventaja principal: evidenciar que su corrupción no estaba en el nivel de las pequeñas corruptelas cotidianas de un ciudadano cualquiera. Que Rato se gastaba en un “club, fiesta, pub, discoteca” en una noche casi 500 euros. Que Blesa se gastó un día de verano 900 euros en helados. Su mundo es radicalmente otro al nuestro. Y las consecuencias de su saqueo no son los 15 millones de euros de las tarjetas black, que no estaría mal, sino los 22.000 millones de euros de ruina del país para rescatar una Caja que en vez de estar al servicio de la sociedad estaba al servicio del saqueo.
Ni todos hacíamos lo mismo ni todos fuimos beneficiarios. Era un ecosistema, pero no un ecosistema sostenible sino explosivo. Asistimos estos días a la explosión de su ecosistema. Porque es un ecosistema programado para la explosión tras años de carroñeros arrasando. Bienvenida sea la explosión de su obsceno saqueo. Ojalá ayude a que nunca más nos creamos que lo único realista es aplaudir mientras nos roban.

Fuente: cuartopoder.es

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