viernes, 10 de octubre de 2014

Entrevista a Josué González Pérez activista LGTBI Co-coordinador en ALEAS-IU.

Activista LGTBI y feminista. Trabajador social y con estudios en cuestiones de género y sexualidad. Estudiante de doctorado de estudios de género con líneas de investigación centradas en la teoría feminista, las migraciones femeninas y el trabajo sexual. Ha participado en distintos espacios LGTB como Algarabía (Colectivo LGTB de Tenerife), COGAM, Asamblea Transmaricabollo de Sol o Patio Trasero. Actualmente, co-coordinador de Aleas-Iu junto a Mireia Biosca. Josue @unvirusqueer.


“Se nos recorta nuestra pluma cuando las reformas laborales imponen una vuelta al armario en los centros de trabajo a fin de evitar un despido por homofobia (aunque siempre se diría que se trata de un “despido” por causas “económicas” o “productivas”). Ante eso, debíamos lanzar un mensaje cañero que invitase al “empoderamiento” y a la toma de conciencia política, porque nadie debe cortarnos las plumas que nos permiten volar”

Diario Progresista: Hola Josué: Esta pregunta se va a poner cada vez más de moda Pero ¿Es posible conjugar la militancia y el estudio sin dolores de cabeza? ¿O el estudio y el trabajo?

Josué G. Pérez: Sintiéndolo mucho, todavía no hemos ingeniado en la izquierda algún tipo de medicina que permita un compromiso responsable con lo político y no tener demasiados dolores de cabeza. En efecto, es realmente complicado cuando, además, no tienes garantizada la existencia y tienes que aceptar trabajos indecentes por cuatro duros. No es mi caso porque, de alguna manera, las redes familiares me pueden garantizar parcialmente la existencia, ya que el mercado no nos lo pone fácil a las personas más jóvenes, aún menos cuando también somos LGTB y/o mujeres.

He podido estudiar y militar a la vez, pero siempre resulta un compromiso duro. Esto subraya el carácter urgente de la respuesta anticapitalista porque necesitamos construir un proyecto de futuro donde el trabajo o la posibilidad de estar becada y poder estudiar no nos provoque un quebradero de cabeza. Mientras tanto, la jaqueca derivada de nuestras ganas de cambiar la situación actual, de cambiar aquello que amenaza nuestros sueños, puede hasta celebrarse. 

Diario Progresista: Estudias filosofía y tienes una sólida base en teoría feminista y queer además de tus actividades sociales y políticas. ¿Crees que hay una brecha entre la realidad y la academia que crece o que disminuye con la actual situación socioeconómica que vivimos?

Josué G. Pérez: No estudio filosofía exactamente. Tengo formación en ciencias sociales, pero no soy especialista en filosofía. Ahora bien, me gusta leer filosofía porque es un viaje hacia la libertad, porque aprender a ir más allá de lo simple, adquiriendo herramientas para la crítica, es una actividad revolucionaria que el capitalismo no puede aceptar. De ahí que, desde los gobiernos, se cargue con dureza contra la filosofía, como hemos visto con las reformas de Wert pero también con el PSOE bajo la excusa de una Educación para la Ciudadanía sobre los cimientos de un sistema educativo heterosexista y excluyente. Resulta más barato, en muchos sentidos, no transformar esto último y apostar por una asignatura que hasta Esperanza Aguirre defendió en Europa cuando era ministra de educación. 

Si me preguntas por la responsabilidad de la academia con la sociedad, la situación es que, con el proceso de mercantilización de la academia y del conocimiento, cada vez hay menos margen para el compromiso político responsable. Si la financiación para un proyecto de investigación depende de intereses privados, posiblemente será casi imposible vincularlo a objetivos políticos importantes. Dicho esto, qué duda cabe de que existe todo un sector de intelectuales sin el menor interés por mantener una responsabilidad con las injusticias sociales, incluso muchos de ellos trabajan bien para neutralizarlas o bien para ponerse de parte de aquellos que las sustentan. También en la academia existe la lucha de clases o las relaciones de género y el heterosexismo. Por mi parte, parto del convencimiento de que todas aquellas que tenemos alguna posibilidad en la academia deberíamos, por responsabilidad, servir a los movimientos sociales que nos representan y luchar por construir una universidad que no esté al servicio de los caprichos de los grandes empresarios y financieros. 

D.P.: Uno a veces tiene ideas muy simples sobre las cosas para poder ordenar el mundo. Yo, a través de gente como tú percibí una generación nueva, capaz de conjugar la militancia LGTB y la militancia de izquierdas. Pero a partir de la llamada “crisis” percibo que todo eso peligra en cierto modo.

Josué G. P: No sería tan pesimista. Con la mal llamada “crisis económica” para la gran mayoría se ha desmontado el sueño liberal de un futuro digno en un sistema económico que nos trata como mano de obra de usar y tirar. Bajo este escenario, han surgido importantes actores políticos, como ocurrió con la emergencia del 15M donde fueron visibles nuevas formas de organización popular y de politización en el espacio público, pero donde también fue posible comprobar que la gente pretende hacer respetar su dignidad señalando a los culpables de su situación: una clase política al servicio de los mercados y unas élites económicas que insisten en empobrecer a las mayorías sociales. Con esto mi intención es demostrar que lo único que peligra es la posición de unas minorías privilegiadas, aquel consenso del 78, precisamente por el ya empezado proceso de politización de las clases populares. 

Si nos centramos, como se me exige en la pregunta, en la relación entre militancia de izquierda y militancia LGTB, deberíamos subrayar que los colectivos LGTB también se han visto influidos por el despertar popular. He vivido muchas manifestaciones desde la participación de colectivos y organizaciones LGTB y feministas, por ejemplo, en defensa de los servicios públicos, en las mareas ciudadanas que defienden una sanidad o una educación pública, universal y de calidad (y con pluma, añadiríamos). La participación LGTB en las mareas ciudadanas supone una redefinición de “lo político” que se resiste a ser encajada en el eje derecha-izquierda, aún más cuando se desenvuelve en un escenario donde su lucha inevitablemente apuesta por una ruptura democrática favorable a un proyecto político que tenga en cuenta nuestros anhelos. Semejante reto sólo será correctamente conducido si unificamos distintas luchas en torno a una concepción de la ciudadanía, cuya validez dependerá de si se nutre o no del potencial de unos movimientos sociales que desbordan los tradicionales canales de institucionalización de lo existente. 


D.P: El PSOE aprobó unas leyes básicas en torno a matrimonio y están con la identidad de género ¿Qué pedís vosotros para que todo esto no se quede en maquillaje y tolerancia? ¿No crees que estas cosas deberían salir a la calle y abandonar los Parlamentos?

J.G.P: En efecto, el PSOE se vio presionado para aprobar una serie de leyes que desde IU hemos apoyado. Indudablemente, se trata de pequeños avances que el PSOE ha hecho suyos, como si no fueran el resultado de luchas sociales. Resulta una práctica de menosprecio hacia el poder real que tiene la gente de cambiar las cosas y lo hemos vuelto a ver cuando Pedro Sánchez hacia suya la retirada del proyecto de ley sobre el aborto de Gallardón, que fue todo un éxito feminista. Es lógico que mantengan ese discurso aquellos que tienen miedo a ser echados porque no nos representan y porque nos niegan una vida que merezca la pena ser vivida. 
Leyes que celebramos, aunque mantengo una actitud crítica con las mismas por una serie de razones. En primer lugar, no simpatizo demasiado con la institución del matrimonio pero reconozco la legitimidad de una demanda que tiene distintas motivaciones, como bien pudo ser el contexto de pandemia del VIH en la comunidad LGTB y las restricciones que sufrían las parejas de las personas enfermas. Es evidente que no podemos permitir que sea ese el único modelo de relaciones aceptable socialmente y favorecido materialmente, paralizando la lucha política, pero igual de evidente es que no podemos tratar la institución del matrimonio como una institución estática, ajena a las transformaciones históricas, pecando de esencialismo. Así pues es necesario reconocer, como lo hace Gerard Coll Planas en “La voluntad y el deseo” (Egales, 2010), que la respuesta de los sectores conservadores y católicos ante la aprobación del matrimonio “igualitario” nos sugiere la necesidad de admitir que la demanda no era tan inocente como se pensaba. 

Por otra parte, nosotras exigimos cosas de sentido común: que exista una ley que reconozca a las personas trans el derecho a la autodeterminación corporal e identitaria, sin tutelas ni violencias; que si existe el derecho formal a crear una familia de lesbianas, que también se aseguren las condiciones materiales que la hagan posible ( empleo, servicios públicos, prestaciones, seguridad laboral..); que existan medidas reales para luchar contra el bullying LGTBfóbico, a través de una educación feminista y con pluma, siendo la educación pública y de calidad su condición de posibilidad. En efecto, toda una serie de demandas democráticas que son reclamadas en el asfalto y que deben ocupar también las instituciones porque su actividad responde siempre a una correlación de fuerzas políticas. 

D.P: Recuerdo los tiempos de la Radical Gay cuando nos reuníamos en el mismo local que otros grupos vecinales o antimilitaristas. Había gente que les decía: “Tenéis que cuidar el lenguaje del heteropatriarcado”. Seguramente porque no se trataba solo del lenguaje. ¿Ves un cambio importante en IU a ese respecto?

Josué P: Seguramente no se trataba solo del lenguaje, pero este cumple un papel fundamental (como dijo Freud “somos enfermos de lenguaje”). Como insiste Judith Butler, el lenguaje tiene un poder performativo, es decir, que construye realidad porque produce los efectos que nombra. Recuerdo que en el seno del 15M este debate tuvo un protagonismo destacable y la demanda de un lenguaje inclusivo se encontró con ciertas resistencias, lo que subraya la importancia del mismo, la importancia de “nombrar”. 

Sin enrollarme demasiado en esta cuestión y evitando la corrección política que tan heteronormativa me ha parecido siempre, contestaré en referencia a IU. Vivimos en sociedades donde existe una LGTB-fobia y un machismo estructural que cierra cualquier posibilidad de comprensión de la violencia y la exclusión como una cuestión de buenos o malos sujetos, como un asunto individual y deliberado. Como tal, no existen organizaciones de la sociedad civil exentas de homofobia, bifobía o machismo y más de una vez, en la historia, desde la izquierda se ha tachado al enemigo de “maricón” como forma de ofensa. Ahora bien, rara vez se reconoce la lucha política dentro de las organizaciones de izquierda que emprenden muchas feministas y muchas activistas LGTB. Sin lugar a dudas creo que, sin esta lucha, no se hubieran dado cambios tan importantes creo que se reflejan en IU cuando tenemos un coordinador marica al frente del área de juventud, Carlos Martínez (@Carlosmarnu), que ha sido activista en el movimiento estudiantil y LGTB; una co-coordinadora en ALEAS-IU, Mireia Biosca (@mire_accion), como activista lesbiana y con la que estoy encantado de compartir responsabilidades; o cuando contamos con el potencial político de activistas como Lara Hernández (@LaraHache). No obstante, queda mucho por conseguir, pero mientras tanto que se nos reconozca lo que ya hemos ido consiguiendo. 

D.P: Yo he tenido que aguantar que me riñera gente que ocupa puestos importantes actualmente en el Parlamento de Madrid. ¿Tienes cierta autonomía para expresar lo que piensas en el momento que piensas sin temores reales?

J.G.P: Una organización política nunca es una secta y si lo acaba siendo ya no será una organización política. De ahí que no entienda la pregunta sobre si tengo autonomía para pensar y expresar lo que pienso, porque creo que no es correcto presumir que no se goza de tal por pertenecer a una organización política. Si la pregunta, más bien, oscila por averiguar si existen conflictos derivados de la pluralidad existente en la izquierda, entonces la respuesta será otra. Claro que existen conflictos, que pueden ser realmente duros, sobre ciertas cuestiones de calado, como bien podría ser el debate en torno al trabajo sexual, la llamada “maternidad subrogada”, o las formas de convergencia política y social, pero el problema no es reconocer la disparidad de opiniones sino más bien cuando no sabemos gestionar esa diversidad de una manera políticamente productiva. 

D.P: Te voy a sacar un tema estrella: “Pablo Iglesias”. Habla muy bien y dice cosas que mucha gente piensa y no se atreve o no puede decirle a los políticos que nos gobiernan. Pero la oratoria no lo es todo. No sé si son prejuicios pero yo hubiera preferido una mujer o una persona LGTB a la cabeza de mi partido. No porque fueran a hacerlo mejor necesariamente, más bien porque, con algunos cambios, me parece estar oyendo al estudiante trotskista viril de toda la vida.

J.G.P: De entrada, te advierto que tengo menos problemas en escuchar al trotskista de toda la vida que al liberal que se presenta como “demócrata de toda la vida” y que nunca lo fue. De hecho, este último es más antiguo, más de “toda la vida”, que el “trotskista”, con toda ambigüedad que conlleva la utilización de ese término. Lo de viril, es otra cosa.

En cierta forma, ya he respondido a esta pregunta en las anteriores. Como decíamos antes, existen dificultades para que un marica, una trans o una mujer puedan llegar a ostentar las responsabilidades y el papel que ahora mantiene el compañero Pablo Iglesias. Es lo que hablamos del cierto “conservadurismo de izquierda”, como lo ha acuñado Butler en “merely cultural” (El marxismo y lo meramente cultural), que sigue vigente sumado al carácter estructural de de la LGTBfobia cuyos efectos recorren la totalidad de lo social. Ahora bien, igualmente cierto es que un líder político gay, de entrada, no tendría por qué representar mis intereses como joven marica que sufre las consecuencias de las políticas neoliberales y conservadoras. De ahí que lo crucial no sea únicamente acabar con las barreras que no nos permiten ocupar puestos de poder, sino que quiénes lo ostentan mantengan una responsabilidad con las distintas realidades que constituyen la vida de todas nosotras. Si no sucede esto último, no tendríamos que desmarcarnos de los procesos populares de transformación, sino más bien habría que optar por suscitar el disenso ante la suspensión de los compromisos y de la coherencia política. Sería algo así como lo que hicieron las feministas durante la Ilustración cuando impugnaron la misoginia de los intelectuales ilustrados, quiénes las excluían del pastel subversivo, a través de la apropiación del mismo lenguaje con el que atacan al antiguo régimen, reclamando que no se convertirían en el “tercer estado” incompatible con los valores revolucionarios. 

D.P. Uno de los eslóganes de ALEAS-IU es “Qué no recorten tu pluma” Explícalo para los no iniciados ya que se mezclan muchos factores sociales, económicos, genéricos…

Josué G. P: Esa campaña ha sido una de mis favoritas y la de muchas activistas de diferentes colectivos. Enviaba un mensaje claro y preciso: “que nada te impida mostrarte tal y como tú pretendes ser”. Se lanzó en el último periodo del gobierno de ZP, cuando empezó todo el proceso de reestructuración política y económica del país. En ese momento, entendíamos que pagaríamos sus consecuencias a través de una serie recortes en derechos y libertades que, con toda seguridad, incrementarían nuestra vulnerabilidad en las relaciones laborales, la escuela o el sistema sanitario. Por ejemplo, se nos recorta nuestra pluma cuando las reformas laborales imponen una vuelta al armario en los centros de trabajo a fin de evitar un despido por homofobia (aunque siempre se diría que se trata de un “despido” por causas “económicas” o “productivas”). Ante eso, debíamos lanzar un mensaje cañero que invitase al empoderamiento y a la toma de conciencia política, porque nadie debe cortarnos las plumas que nos hacen volar. 

Además de lo anterior, también es cierto que esta campaña también tenía otra intención igualmente importante. Muchas veces hemos reflexionado acerca de la “plumofobia” en la comunidad LGTB y entendemos que es una cuestión política crucial que debe tratarse a través de las herramientas feministas. Solo seremos más fuertes y más combativas si entendemos lo contraproducentes que resultan aquellas políticas LGTB que insisten en desvincularse de la crítica a las normas de género y que, con ello, se desligan de todas aquellas maricas femeninas, bolleras masculinas y de todos los sujetos trans que un día ocuparon las primeras filas en las manifestaciones que reclamaban el respeto a nuestra dignidad y nuestro derecho a ser legítimas siendo diferentes. 

D.P: Hay partidos que solo se acuerdan del colectivo LGTB antes de las elecciones. Pero esa autocrítica se la tienen que hacer un poco todos ¿no? Porque aquí en Burgos se creó ALEAS-IU pero se disolvió en la nada, que yo sepa. Me imagino que a veces la geopolítica también influye.

J.G.P.: Ciertamente, hay partidos que funcionan siguiendo una lógica clientelista, como quién busca vender un producto en el mercado capitalista. Por otro lado, también hay quiénes se niegan incluso a reconocer el valor de nuestra lucha política en la construcción de proyectos políticos alternativos al statu quo. No me parece mal que se trate de consolidar mayorías políticas populares a través de una articulación de demandas democráticas insatisfechas, como las feministas, pero solo si eso sirve para radicalizar la democracia y no se trata de una práctica política desmovilizadora para que nada finalmente cambie. En cualquier caso, considero que lo interesante en estos momentos es ir más allá del sistema de partidos, tal y como lo entendemos hoy, construyendo una ciudadanía democrática que canalice las demandas populares, entre ellas las LGTBI, abandonando la vieja política que nos obliga a una única expresión política: la del voto cada cuatro años a dos partidos sin diferencias sustanciales. 

D.P. Hay gente que me sigue preguntando como localizar a Beatriz Preciado, porque nació en Burgos. Es una chica inteligente y tiene libros buenos pero esa idolatría me parece peligrosa. Vamos no me gustaría estar en una situación de “no contesto a nadie porque no tengo tiempo”. Aunque lo entiendo.

J.G.Pérez: Honestamente, nunca he tenido a Preciado entre mis feministas de referencia. Es cierto que se trata de una persona con interesantes trabajos pero no comparto la “idolatría” acrítica que tan de moda parece estar. Me parece peligrosa sobre todo cuando mucha gente celebra todo lo que Preciado produce en materia académica, sin cuestionar absolutamente nada de sus teorizaciones. Por eso mismo, celebro que haya personas que mantienen una actitud crítica ante su producción intelectual, como es el caso de Gerard Coll-Planas que formula interesantes críticas a Preciado en algunas de sus obras. 

D.P. Hay una aclaración que quiero que me hagas y es la trayectoria de IU. Aquí la sede sigue siendo la sede del PCE. La irrupción de “Podemos” propone un futuro de alianzas o un presente de dividir fuerzas.

J.G.P: Esta pregunta merece un debate reflexivo que excedería la capacidad de la entrevista. Sin lugar a dudas, la irrupción de Podemos ha transformado el escenario de lo político puesto que, tras las pasadas elecciones europeas, el bipartidismo ha sido puesto en cuestión por la ciudadanía y, con ello, todo el régimen que se había atado desde la transición. Tan solo por esto, todas las que estamos comprometidas con la lucha social, con la defensa de los Derechos Humanos, debemos celebrar la nueva realidad política. Ahora bien, esta lectura no ha sido compartida por todos los sectores de la izquierda y existen valoraciones un tanto patéticas que se agarran a la conspiración a fin de no hacer una autocrítica que les lleve a concluir que no siempre hemos tenido demasiado claro si lo que pretendíamos era ganar las elecciones y cambiar el país o si, por el contrario, lo que aspirábamos era a gobernar con el PSOE, arrastrándolo (sin saber cómo) hacia la izquierda. 

En lo que a mi postura se refiere, es totalmente diferente a esta última. Creo firmemente en que estamos en un momento de “urgencia”, en todos los sentidos, que requiere saber manejarse entre la pluralidad de sujetos políticos que apuestan por una ruptura constituyente que, ni IU ni Podemos, podrán hacer efectiva desde la fragmentación ni tampoco desde los sectarismos que no admiten las limitaciones de ambas formaciones y la necesidad de la convergencia. Estoy convencido de que, en cualquier caso, tenemos claro que la gente que está sufriendo la tiranía de los de arriba merece algo más que una trifulca sobre si unas siglas u otras. 

D.P: Hablando con un viejo militante de EHGAM afirmó que la clave está en la educación. Pero la educación está demasiado mediatizada por quién gobierne. Tenemos que esperar la evolución o ya va siendo hora de que la gente LGTB salga cuanto antes del armario (si puede) 

J.G.P.: No tengo muy claro sobre si la clave está únicamente en la educación. Claro que la educación es un factor crucial para constituirnos como ciudadanos y ciudadanas libres, pero también es cierto que la educación también puede ser instrumento para la producción y reproducción de la LGTBfobia y el machismo. Entonces, no cabe ninguna duda de que necesitamos una educación para ser libres pero esto será posible solo si el sistema educativo se convierte en antipatriarcal. Es decir, es necesaria una educación pública, laica, de calidad, que luche contra el sexismo y la LGTBfobia, existente tanto en la sociedad como en las propias aulas. Actualmente, este proyecto no se encuentra en la agenda de los dos grandes partidos, del PSOE y menos aún del PP, sino más bien apuestan por la mercantilización del conocimiento y el adoctrinamiento católico. Con todo, la educación no es la única herramienta útil para luchar contra la discriminación y la ideología patriarcal o colonialista, pero es un arma imprescindible que no podemos desaprovechar ni mucho menos regalar a los delincuentes del neoliberalismo.


No hay comentarios: